PARA QUE NO LO OLVIDE

Al abrirse la puerta del ascensor, un señor de calva brillosa como zapato recién boleado, me dijo: “Aquí es el primer piso”. Salí, y a la primera secretaria que me encontré, le pregunté; “Disculpe. ¿Dónde es Tierra Adentro?” Ella contestó: “Al fondo a la derecha, pregunta por Lourdes”, su boca dibujó con tal exageración el ou de “Lourdes” que parecía soltar un beso. Me conduje por el pasillo, di vuelta a la derecha, y detrás de un escritorio descubrí a una mujer pequeñita, sentada (¿o parada?) detrás de un escritorio. Me miró con una expresión de “¿qué se le ofrece, joven?” “Busco a Lourdes”, contesté. Ella dijo. “Esa soy yo; díme.” Entonces, le conté que me encontraba en CONACULTA porque quería comprar unos ejemplares de un libro que Tierra Adentro me publicó hace muchos años. “¿Cuál es el título y tu nombre?” “Afectuosamente, su comadre. Y mi nombre es José Dimayuga.” “¿Dima qué?” “Dimayuga, con D de diente e igriega.” Ella se acercó a la pantalla de su compu mientras repetía como un mantra mi libro y apellido.” Levantó la mirada, y dijo: “Ay, fíjate que no lo tengo. Pero déjame ver si lo tiene Inesita.” Y al punto pegó la carrera hacia el fondo del pasillo, dio vuelta a su izquierda, desapareció para luego aparecer corriendo hacia mí. Dijo: “Ay, fíjate que no lo tiene, la malvada”, y siguió corriendo a lo largo de otro pasillo, desapareció y volvió a aparecer corriendo hacia mí para decirme: “¡Ay, tampoco Mayra lo tiene! Pero déjame preguntar a bodega:” Cogió el teléfono, marcó y preguntó si tenían tal libro de tal autor. Guardó silencio, se mordío el codito de su dedo índice mientras decía; “Ay, no me digas, no me digas. Besos, bay.” Lourdes, me miró, y dijo: “Me dice Pablo que ya no hay en bodega. Pero ven, acompáñame.” La seguí, y nos metimos al despacho de “la licenciada”; entendí que “la licenciada era su jefa”. Me mostró un librero donde vi bien formaditos toda la serie de Tierra Adentro. “El tuyo debe estar atrás de esos”, dijo. Quité dos pilas de libros y sí, tenía razón, allí vi un ejemplar de Afectuosamente… “!Híjoles, el único, qué padre!,” exclamé emocionado. Entonces Lourdes dijo: “Ajá, es el único. Pero no te lo puedes llevar.” “¿Por qué?”, le pregunté. “Es que es de la colección de la licenciada, ¡y si te lo llevas se me va a armar!” “Que mala onda. ¿Pero me dejas tomarle una foto?” Ella asintió con un movimiento de cabeza mientras se mordía el codito de su dedo índice. Después dijo: “Ponlo sobre el escritorio para que tengas luz.”

Saqué mi celular, y le tomé la foto a un libro que quise mucho, y la posteo aquí para que no lo olvide.

3 comentarios:

Paris Quelart Budó dijo...

Interesante blog, sí señor.
felicitaciones.

José Dimayuga dijo...

Gracias, Paris.

Anónimo dijo...

Mi encuentro con usted, gracias a Sergio Zurita quien comento en su blog que presentará su libro y como todas o casi todas las recomendaciones que el sr, Zuri hace esta también es acertada. Feliz Aniversario