El mejor libro del 2012 según mis amigos.


En el mes pasado formulé la siguiente pregunta en mi muro de Facebook: ¿Cuál es el libro qué leíste que más te gustó este año? (No necesariamente una novedad literaria.) Y las respuestas las transcribo aquí, porque no he leído tales libros y tengo el interés de conseguirlos para, en un futuro no lejano, leerlos.
El primer nombre corresponde al de mi amigo; luego, el título, y al final el autor.
César Llanos. “Ángeles del Abismo”, de Enrique Serna.
Paco Villagran. “Haunted”, de Chuck Palahniuk.
Julio Álvarez. “Sociedad y teatro moderno”, de Gabriel Careaga
Iris Garcia Cuevas. “El último lector”, de David Toscana.
Antoine Rodriguez. “El cuerpo en que nací”, de Guadalupe Nettel
Ulises Méndez Martínez.  “Reencuentro”, de Fred Uhlman
Pancha Enojosa. “La hora de la estrella”, de Clarice Lispector.
Omar Gómez Gutiérrez. "Jean Genet, menteur sublime", de Tahar Ben Jelloum
Victor Ponsal. “Las Páginas de Día y Noche”, de Adonis. 
Armando Moreno. “La marrana negra de la literatura rosa”, de Carlos Velázquez
Armando Moreno. “Canción de tumba”, de Julián Herbert
Oscar Ricardo Muñoz Cano. “La libertad de ser distinto”, Oscar de la Borbolla.
Quetzalli Vázquez Castañeda. "A la sombra del ángel" ,de Kathryn S. Blair
Magelo Espinosa. “Comer, rezar, amar”, Elizabeth Gilbert.
Alejandro Mendiola. “Diablo guardián”, de Xavier Velasco
Carlos Fernandez. “Robot Dreams”, de Isaac Asimov
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Adrian Navarro Salvatierra. “El tiempo entre costuras”, de Maria Dueñas.
Fernando Zamora. “El Guardián en el centeno”, de Salinger.

Patsy Baro. “La Cabaña”, de William Paul Young.
Chepo Ramírez. "Los dioses de cada hombre", de Jean Shinoda Bolen.
Everardo Trejo "El paraíso de las moscas" de Mariana Osorio Gumá.
Capo-Tito Vasconcelos. "Reseña Histórica del Teatro en México", de Enrique de Olavarría y Ferrara.
David Perez. "Noticias del Imperio", de Fernando del Paso.
Tereza Quadros II. "La luz difícil", de Tomás González.

Hernán Bravo Varela Antigua luz, de John Banville.
 

Los buenos libros.

"Los buenos libros son buenos libros y sirven para señalar los vicios, las virtudes y los defectos humanos. Pero no para cambiarlos." Augusto Monterroso.

LA MEZCLA


Creo que La Mezcla, novela de Francisco Aranda, la compré en una librería de viejo, en los años ochenta, una que estaba en la planta baja de un edificio porfiriano de la avenida México-Tacuba, casi esquina con la plazoleta de San Fernando, en la ciudad de México. Me parece que esa librería ya no existe; en su lugar hay una farmacia.
La novela arranca con un diálogo entre Ricardo, el protagonista, y el oficial de una comisaría. Ricardo ha sido detenido, junto con otros señores, porque la policía lo encontró en el interior de los baños del “subte”. La característica de estos baños es que es frecuentado por “invertidos”. Ricardo trata de convencer a la policía que él sólo había entrado al baño a hacer de la pis, pero es inútil. No le creen y queda detenido. Ricardo entonces piensa en su bebé, en su esposa, ¡en sus suegros! ¿Con qué cara los mirará cuando se enteren que él es un “degenerado”? Ricardo sufre y se quisiera morir. Es el invierno de 1968, en la ciudad de Buenos Aires.
En capítulo segundo empieza con un flashback que abarcará casi toda la novela: La infancia de Ricardo no fue fácil en el pueblo de Tupaqué. Las condiciones en las que vivieron él y sus cinco hermanos fueron de extrema pobreza. A los ocho años de edad, Ricardo se acostaba con un vecinito cuatro años mayor que él. La madre sospecha de esos encuentros raros entre el vecinito y su hijo. Los amigos de Ricardo se enteran y lo hacen objeto de escarnio. Ricardo se vuelve un adolescente tímido y atormentado. Harto del ambiente hostil de su pueblo y después del fracaso amoroso con una jovencita, emigra a la capital argentina donde conoce a una chica y se casan y procrean un bebé. Pero el deseo es cabrón. Ricardo no tiene sosiego, y vuelve a las andadas y a sus consecuentes mortificaciones.
Las doscientas veintidós páginas del libro se leen de una sentada gracias a la prosa sencilla, exenta de malabarismos sintácticos. Con un lenguaje llano, Aranda nos habla de las tribulaciones del joven Ricardo cuya preferencia sexual lo obliga a vivir una doble moral para sobrevivir en una sociedad heterosexista del Buenos Aires de los sesenta. El lector acaba con el corazón estrujado ante la decisión última del protagonista.
En el colofón se lee que La Mezcla se imprimió en 1979. El mismo año  en que salió El vampiro de la colonia Roma cuyo protagonista, Adonis Gracía, también ligaba en los baños públicos de una ciudad de México de moral mocha todavía. Pero Adonis, a diferencia de Ricardo, ejercía su homosexualidad con harto placer y desparpajo.