AMARILLO

El aguacero no me impidió llegar al teatro El Milagro, hoy fue el penúltimo día de Amarillo, una obra que me recomendó Irving y Eloy, cosa que les agradezco porque me gustó, nos gustó a los setenta espectadores que presenciamos el testimonio de Juan, es decir de Pedro o Paco o José o nadie, “Yo soy Nadie”, dijo el actor principal, Raúl Mendoza, que le da vida a Nadie y a Todos los que arriba mencioné y que salen de Guerrero, Michoacán, Oaxaca o Guatemala, atraviesan la república para llegar a la frontera, “¿y qué es la frontera?”, la cicatriz, la boca del laberinto, el infierno que es el desierto, el comal, me acordé de Comala, en donde las lágrimas se secan pus ni cómo llorar, cómo orinar si los conductos se secan ni qué tragar si ya no salivan las glándulas de Pedro, Juan, Paco, Nadie y Todos los que presenciamos, y yo sentí que la boca se me secaba de tanto desierto que veía en escena, de tanto sol y arena en los ojos, extrañé una botellita de agua, ni cómo abandonar mi butaca y llevarme a la boca el bidón, ¡con tantos bidones en el escenario y yo sin poder beber!, tampoco pueden Pedro, Juan, Todos Los Sedientos que interpretaba Raúl Mendoza, había bidones sembrados en el desierto, pero Nadie agonizaba sin morirse, qué horrible es morir de sed, finalmente fallece en parte porque se vuelve fantasma, un sueño, apenas murmullo, para regresar a su pueblo, a sus orígenes y así referirnos su historia, el comienzo de su vida, jeje, si vida puede llamarse a lo que vivió en su pueblo, una cuadrilla refundida en la sierra guerrerense, en la selva chiapaneca, o del devastado altiplano, no importa, todos los jodidos vienen del mismo pueblo, deste pueblo proviene Nadie, sediento de oportunidades, de sueños, los recuerdos de Nadie en su pueblo, tan colorido por las faldas de las muchachas, por el grito y la sangre de los puercos, y le dice a su novia que se va y comienza su viaje hacia arriba, siempre hacia arriba, trepando trenes en plena marcha, trepando cerros, trepando bardas, la Gran Barda porque le urge llegar a Amarillo, el poblado de Texas, no el camino amarillo de Dorothy que la lleva a Oz, no, Ricardo, Paco, Toño, Luis, los que cruzan frente a nosotros van solos, que se los chinguen los francotiradores por hambrientos, y cruza Nadie enfrente como un puto sueño desierto se nos instala en la garganta, no podemos hacer nada, apenas arrellanarnos en la butaca por lo que pasa, ¡que ya pase!, la Odisea del Ulises prieto en el mar amarillo sin patria ni retorno, “¡Bravo!”, gritamos algunos en la ovación final y todos, yo, acabo conmovido confuso por la historia de Nadie, por las bailarinas, el actor y el cantante, por ese fenómeno de maravilla amarilla: multimedia, danza, teatro, música, qué gusto haber ido, la lluvia continuaba afuera, ¡ay, el agua!, y Amarillo quedaba en el Milagro, en la memoria, en el Norte dicen que se localiza donde Juan, Toño, Salomón, atraviesan con solo un bidón, ojalá que aguante, ojalá que aguante, ojalá…