CONSEJOS PARA VIAJEROS.


Por Francis Bacon.
Si queréis que un joven haga su viaje en poco tiempo, y que en poco tiempo acopie mucho, debéis hacer como sigue. Primero como se dijo, debe tener algún conocimiento del idioma antes de ir. Luego debe tener servidor o preceptor que conozca el país, como también dijimos. Que asimismo lleve con él un mapa o libro que describa la región por donde viaja; lo cual será buena clave para su indagación. Que también lleve un diario. Que no permanezca mucho tiempo en una ciudad o pueblo; más o menos según merezca el lugar, pero no demasiado; y aun, cuando se quede en una ciudad o pueblo, que cambie de alojamientos de un extremo y parte del pueblo a la otra; lo cual es gran imán para trabar conocimiento con personas. Que se aparte de la compañía de sus paisanos y coma en lugares donde haya buena compañía de la nación por que viaja. Que en sus cambios de un lugar a otro se procure recomendación a alguna persona de calidad que more en el lugar al cual se traslada; que pueda usar su favor para las cosas que desea ver o conocer. Así puede abreviar su viaje con mucho provecho.

(…)
En cuanto a las reyertas, con cuidado y discreción han de evitarse. Suelen ser por queridas, brindis, puestos y palabras. Y que un hombre se guarde de pasar el tiempo en compañía de personas coléricas y pendencieras; porque ellas lo empeñarán en sus propias reyertas. Cuando un viajero vuelve a su patria, que no deje por completo detrás de sí los países por donde ha viajado; sino que mantenga una correspondencia por cartas con los conocidos de más valer. Y que su viaje asome más en su conversación que en su ropa y en sus gastos; y que en su conversación sea más bien deliberado en sus respuestas, y no se apresure a relatar historias; y que parezca que no cambia las costumbres de su país por las de otros lados; pero que sólo insinúe en las costumbres de su país algunas flores de lo que ha aprendido en el extranjero.

LIBROS QUE LEÍ EN EL AÑO 2013.



1.   Doble vista, de Juan Tovar.
2.   La novela inconclusa de Bernardo Casablanca, de César López Cuadras.
3.   Las obras más representadas de Rodolfo Santana.
4.   La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig.
5.   El actor sobre la escena, de Meyerhold.
6.   Adulterios, deWoody Allen.
7.   Cómo se cuenta un cuento, de Gabriel García Márquez.
8.   Condiciones para la construcción dramática, de Enrique Ruelas.
9.   Babel y el castellano, de Arturo Capdevila.
10.Teatro de frontera, de Jesús González Dávila.
11.El General en su laberinto, de Gabriel García Márquez.
12.Escribir teatro. Una guía práctica para crear textosdramáticos, de Agapito Martínez.
13.Andarse por las ramas. Los pilares de Doña Blanca. Unhogar sólido, de Elena Garro.
14.La dramaturgia como sacrificio, de Marco Antonio de la Parra.
15.Yoga over forty, by Michael Voltin and Nancy Phelon.
16.Escribir teatro. Dramaturgia en los tiempos actuales, de Ricardo Halac.
17.Hamlet. Otelo, de William Shakespeare.
18.La invención de lo humano, de Harold Bloom.
19.El perseguidor de Tlaxcala y otras obras de teatro, de Hugo Salcedo.
20.Ricardo III, de William Shakespeare.
21.La novela murió, de Rubem Fonseca.
22.Teatro escogido, de Óscar Liera.
23.Donde los ángeles no se aventuran, de E. M. Forster.
24.Ensayistas ingleses.
25.Viaje a Samoa. Cartas a Margarita Moreno, deMarcel Schwob.
26.Hombres, hombres, de Doris Dörrie.
27.El otro lugar, de J. B. Priestley.

LA PESADILLA EN LA OLA NUEVA.

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Dentro del 7o. Ciclo Teatral de Ola Nueva, la Compañía de Teatro Acapulquito Mío, presentará la obra de teatro La Pesadilla de una noche de verano, del dramaturgo Óscar Liera. La dirección de escena es de José Dimayuga. Actuaciones de Malena Steiner, Leonardo Cuesta y Tomás Carrera. Iluminación de: Yolohtli Vázquez. En el Teatro Domingo Soler, en Acapulco, Gro. La entrada es libre. ¡Asiste!

SENSIBLES


(Amancio Orta, en Sensibles. 2001.)
Por Luis Zapata.
El otro día, cuando planeábamos venir a Voces en Tinta para la presentación de este libro de José Dimayuga, dijo Angelina que le encantaba País de sensibles, una de las dos obras que contiene el volumen: dijo, además, que era una obra muy fuerte (aunque seguramente usó otro término) y que le recordaba mucho a Tennessee Williams. No creo que esté muy lejos de la verdad el comentario de nuestra amiga Angelina, y no creo que le desagrade a José la mención de Tennessee: José es el más sureño de todos los escritores surianos: en las páginas de sus textos es fácil percibir ecos de Carson Mccullers, Flannery O’Connor, el mismo Williams, Truman Capote, Faulkner, etcétera. A todos estos, y a otros que se me escapan, los ha leído José con reverencia y con provecho; reitero lo obvio, lo de todos sabido: José Dimayuga nació y vivió muchos años en Tierra Colorada, o, en su ficción literaria, Palma Gorda, el Deep South guerrerense.
País de sensibles no sólo le gusta a Angelina, claro: también la celebró el jurado del Concurso Nacional de Obras de Teatro, organizado por la Sogem y la UNAM, pues le dio el primer lugar en 1994. Y les gustó a Mónica Serna y a José Enrique Gorlero, que la llevaron a escena en una puesta memorable. Y tuvo muchos fans más, entre los que me cuento: también Angélica María, después de verla en su última función de la temporada en 1996, llamó a José Dimayuga el mejor dramaturgo de México. Me gustaría tratar de desentrañar en qué consiste el misterio de Dimayuga para escribir obras de teatro que no pierdan su vigencia; no sólo eso: que parezcan mejorar con el tiempo. La clave está, me parece, en los personajes, a los que dota de una realidad rotunda y brutal, incluso a los personajes amables, como los de Afectuosamente, su comadre.
Dimayuga construye a sus personajes confiriéndoles gestos peculiarísimos, aun en detalles que pueden parecer banales; sus personalidades son elaboradas minuciosamente, como si Dimayuga estuviera haciendo un pesadillesco mural hiperrealista de una clase social que está a punto de extinguirse. Por ejemplo, Imelda, la protagonista de País de sensibles, es una madre mexicana que quiere ser moderna, o, más que eso, anticonvencional, como si pretendiera escapar a su condición socioeconómica y a cada paso que diera, se empantanara aún más. Imelda se pone al tú por tú con sus hijos, tratándolos más como si fueran sus hermanos. Se siente, como muchas madres de ahora, como muchas mujeres narcisistamente sensibles, una autoridad en todo: sabe desde cómo vender tupperware hasta qué hacer en caso de que a alguien le dé un ataque de pánico.
Pero en realidad la maestría de que hace gala Dimayuga al construir a sus personajes se da mediante el lenguaje, particularísimo para cada uno de ellos. Veamos un ejemplo: dice Imelda: “… ¿Sabes que me compré un traje de baño imitación leopardo? Me queda rebonito… Estaba en oferta y no iba a desperdiciar la oportunidad. Tu padre me hubiera felicitado; ya ves cómo le encantaban los felinos. Además, nunca cesó de alabarme mi cuerpo; bueno, no solamente él; figúrate que en una ocasión, delante de sus ojos, un señor se me acercó muy campante y me dice… ‘Hola, ¿estudias o trabajas?... Ya sé, usted es una extranjera que visita por primera vez mi país…’”
Imposible confundir la manera de hablar de Imelda con la de su hija, Haydée: “Sí, parezco una idiota diciendo esto, pero… ¿Sabes? Él para mí era como un trago de tequila: me daba tanta seguridad… calor. Me sentía viva. Él creía en todo lo que yo hacía o decía, él me tomaba en serio… Claro, me puedes decir que como ya se murió, me pongo a destacar sus virtudes.”
En cambio, Beto, el hijo, se expresa así: “El güey tiene todos los achaques de una solterona. Le hace falta una verga, alguien que se lo parche.” Cada loco con su tema, cada personaje con su propio modo de expresión.

Por si no bastara una nueva edición de País de sensibles, José Dimayuga nos ofrece también, en el libro que presentamos esta noche, La forma exacta de percibir las cosas. La reunión de estos dos textos dramáticos en Sensibles no podía ser más afortunada: una obra del pasado y otra reciente, recientísima. Una obra con visos melodramáticos, si no es que trágicos, y otra, una comedia delirante. Una obra más o menos larga, y otra, más o menos corta. Las dos se complementan muy bien: parecerían haber sido creadas para esta afortunada convivencia.
En La forma exacta  de percibir las cosas, José Dimayuga procede con la habilidad a que nos tiene acostumbrados, y nos presenta, así sin más ni más, de golpe y porrazo, a los dos protagonistas de su obra, Paulino y Frank, que constituyen una pareja, formada, adivinamos, muchos años antes… Se conocen todas las costumbres, todas las manías, y parecen quererse con ese amor intolerante que a veces produce el trato prolongado. No necesitamos saber más de los personajes: éstos se nos van revelando conforme avanzamos en la lectura, o avanza la representación.
No quisiera adelantar nada de la trama, para no echar a perder la sorpresa que seguramente constituirá para muchos lectores o espectadores. Baste decir que en La forma exacta de percibir las cosas, hay noches de insomnio, pleitos de pareja, celulares arrojados al mar, tragedias insólitamente cómicas, recuerdos de la juventud, con su debida dosis de añoranza, historias dentro de la historia, duelos, funciones de ópera, sillas de ruedas, y así, como dicen los chavos. Los ingredientes de este exótico platillo no podían ser más variados, ni más explosivos.



UN CONEJO EN UN PAÍS DE SENSIBLES.



Por Ernesto Reséndiz Oikión

El pasado 12 de septiembre leí este texto en la presentación de Sensibles, de José Dimayuga, que se llevó a cabo en la librería Voces en tinta. Tuve el gusto de compartir la mesa con el escritor Luis Zapata, el actor Gabriel Castillo y el autor.
Cuando menos lo esperamos, nuestras vidas se colapsan, sin avisar ni pedir permiso. Estoy en la sala de espera de urgencias de la Cruz Roja, de Polanco, es la noche del lunes y mi hermana será operada en la madrugada. Mis nervios están a punto del quebranto y para no ir a parar al quirófano decido terminar de leer Sensibles, aferrarme a la lectura como la única medicina posible. La literatura tiene un componente terapéutico, y el teatro, en particular, posibilita la catarsis de nuestros cuerpos ensimismados.
Sensibles es una publicación de 2012 de la editorial Praxis en coedición con el Instituto Guerrerense de Cultura, consta de dos obras de teatro de José Dimayuga (Tierra Colorada, Guerrero, 1960): País de sensibles y La forma exacta de percibir las cosas. En 1994, País de sensibles ganó el primer lugar en el Concurso Nacional de Obras de Teatro, convocado por la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Con este melodrama, Dimayuga se confirmaba entonces como una voz de primer orden en la dramaturgia mexicana. Dieciocho años después, los lectores y las personas que gustan de hacerle al teatro, podemos tener una pieza de intensidades arrebatadas que es la gran metáfora de las familias mexicanas. ¿Acaso no es el melodrama el analfabetismo de nuestros corazones? La circulación de País de sensibles en un país de destrucciones y pérdidas sensibles es una estupenda noticia.
Un gato lleva serenata al conejo que vive en la luna. José Dimayuga es el conejo que persigue la imaginación de Alicia en el país de las maravillas. En el teatro, ese país de las mil y una maravillas, Dimayuga es un conejo con mirada despavorida y perspicaz que sale del sombrero del mago. ¡Y cuando menos lo esperas salta la liebre y el dramaturgo sorprende con su talento! El título de esta obra me parece en suma afortunado: País de sensibles es una metáfora hermosa, poesía en estado puro.
Si el título me encanta, el nombre de una de las protagonistas me hace sonreír: Haydée. Mi hermana, con la salud apachurrada, también se llama Aideé. El mismo nombre pero con ortografía distinta. La de la ficción lleva una hache muda y una “y griega”. La de carne y hueso no es muda, le duele el cuerpo, y tiene una “i latina”. Haydée siempre ha sido un nombre extraño en un México de apelativos tan absurdos como “Masiosare”. La Haydée construida con el material de los sueños es una persona rara. Su madre Imelda le insiste en que es una “rara” y ella se reconoce como tal. Rara como su nombre. Imelda, por su parte, es una Yocasta mexicana de cincuenta años, para mejores referencias es Imelda Castañeda, viuda de Menchaca. Y aquí hay un pequeño guiño, porque el otro apellido de José Dimayuga es, precisamente, Castañeda. Otra característica que comparte Imelda con su creador es su tendencia a las preocupaciones: “soy ligeramente nerviosita”, confiesa. Hasta aquí terminan los puntos en común entre una viuda y su dramaturgo.
País de sensibles está incluido atinadamente en la colección Juan Ruiz de Alarcón, porque José Dimayuga, al igual que su paisano, el novohispano Juan Ruiz de Alarcón, tiene un dominio en la construcción de personajes y, sobre todo, una maestría en la creación de universos femeninos verosímiles, desbordados y de enorme complejidad emocional. En un panorama general de autores varones imposibilitados de ir más allá de un esbozo simple de mujer, Dimayuga con mucha frescura imagina en escena mujeres de cuerpo entero. Con sus miserias, sus carencias emocionales y la posibilidad de decidir sobre lo que ya no quieren padecer. Imelda y Haydée, mamá e hija, que atraviesan una tensión de pronóstico reservado en una fecha apocalíptica: la víspera del 10 de mayo, el mexicano día de las madres.
El lector es testigo de las transformaciones personales de ambas protagonistas. Imelda aparece, en un principio, como la abnegada madre mexicana que aprendió a perdonarlo todo, una viuda que se siente vieja y está cansada de tantas desdichas, siempre abrumada por el estrés y los nervios, adoradora de Elvis Presley, de su hijo Beto y de la bebida, alcohólica sin anonimato; pero poco a poco esa maquillada resignación muestra sus claroscuros: el chantaje emocional, la condescendencia con Beto, la mentira solapada, el narcisismo como proyección fiel del espejo de sus deseos y la crueldad de su severa maternidad para con la hija hasta llegar al odio.
Haydée comparte con su madre el gusto por el chupe. Las fiestas familiares y las borracheras son perfectas para decirse las verdades, en esta oportunidad Haydée arrebatará la verdad que desconoce. Desde que pisó la cárcel ella quedó marcada. Poco sobrevivió de la chamaquita tartamuda, tímida hasta la introversión, medio misántropa, insegura e ingenua; ahora es una mujer de treinta años que pasó seis de ellos en el tambo por un asesinato que no cometió: el crimen contra su amado Javier. Sin embargo, de ninguna manera es una víctima ni se victimiza, Haydée es una flaca que tras las rejas se tituló en la profesión de ser una “güevona de tiempo completo”, que fuma sus buenos cigarros como se esfumaron esos años en la prisión. La escuincla temerosa como conejito indefenso se convirtió en la adolescente que se acostó con su hermano Beto para golpear a su madre donde más le doliera.
El incesto, tema tan caro para observar las pasiones humanas, es resuelto de una forma atractiva para no caer en una tragedia ya muchas veces representada. A lo largo de los tres actos, las acciones son reducidas y concentradas, aunque en la última parte se incrementan; en realidad, Dimayuga no es un autor que colme a sus personajes de efectos, conductas, movimientos y tareas a realizar. Su dramaturgia, en cambio, brilla por la exploración de personalidades complejas y contradictorias. A los personajes de Dimayuga los vamos conociendo por sus discursos que nos iluminan sus pensamientos y sentimientos más íntimos. Las palabras y dichos de Imelda, Haydée y Beto configuran un retrato de sus personalidades. Esto implica un reto estimulante para los actores, que más que preocuparse en aprender una serie de acciones, deben centrar su atención en dar voz a la ternura y la violencia sin tregua de los parientes, las personas que se pueden apoyar o hacer más daño.
La familia como microcosmos de una sociedad desgarrada por la violencia. Una parentela como metáfora de un país destruido. O, como sucede en el sueño de Imelda, la familia es la imagen de un barco hundiéndose, donde las ratas huyen despavoridas, al grito de sálvese quien pueda. Una visión nada conformista con la realidad social. José Dimayuga también realiza en País de sensibles una crítica puntual, pero apoyada en la sutil ironía, a este país muchas veces insensible a las injusticias y la violencia de todos los días.
En la sala de urgencias, mientras esperábamos el parte médico sobre la operación de mi hermana Aideé, le conté emocionado a la mamá de mi cuñado el triángulo de Imelda, Haydée y Beto. Doña Rebeca también se emocionó conmigo. Le conté que la lectura me sirvió como válvula de escape de las tensiones de esa tarde, le expliqué que la posibilidad de imaginar en mi mente un escenario donde los tres personajes cobraban existencia era signo claro de que el material dramático late con intensidad en las páginas de Dimayuga, en espera de que un director lo transforme en teatro encarnado.
Si en País de sensibles el nombre de Puerto Ventura aparece apenas mencionado como el horizonte de una posible reconciliación, en La forma exacta de percibir las cosas Puerto Ventura ya es el espacio ideal para que se desarrolle una comedia ágil sobre una pareja homosexual en dos momentos de su vida: Frank y Paulino. Ambos tienen 55 años, quince de ellos los han pasado en la convivencia que del romance cayó en la rutina. En esta obra de menor extensión, Dimayuga explota con gran tino dosis de buen humor desternillante, el resultado es una historia divertida y entrañable.
La forma exacta de percibir las cosas es también un homenaje al poder de la imaginación y la literatura. La historia me recuerda por su calidad a La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón. En ambos dramaturgos se descubre la fascinación por el aura mágica de la ficción y su capacidad para construir mundos invisibles, que, por virtud de la palabra, son reales e irrumpen en la realidad misma. La imaginación, hermana de la locura, siempre acusada de propagar mentiras, es, en el fondo, la otra verdad. La imaginación es la verdad sospechosa y también es la forma exacta de percibir las cosas.
En la relación de pareja de Frank y Paulino está la combinación clara de los opuestos: Frank es apasionado, entusiasta, imaginativo, abierto de mente y de piernas, un hombre que disfruta contar con detalles los chismes y las historias y, además, es celoso, él es toda una loca que confirma la expresión “la imaginación, la loca de la casa”; en el polo más lejano está Paulino, un gay gruñón, racional, escéptico de todo y crítico implacable.
Frank propenso a interactuar con el México mágico se hace amigo de un fantasma singular y maricón: Louis Henry, médico francés, nacido en Lille, Francia, y eterno enamorado de Maximiliano de Habsburgo. La narración de Frank soluciona de forma estupenda los eternos rumores jamás confirmados sobre la presunta homosexualidad de Maximiliano. En lugar de inventarle más al mito con improbables deseos heterodoxos de Max, Dimayuga prefiere ahondar en la ficción y con acierto cuenta el amor platónico, jamás consumado, de Louis Henry, por su monarca. La descripción, después del fusilamiento del Habsburgo, expresa un homoerotismo necrofílico: “El mismísimo Louis Henry, más agobiado que la misma Carlota, fue a Querétaro y cuando entró a la casa donde el cadáver yacía, casi se desploma y no precisamente por el susto sino por la belleza desnuda que se tendía sobre una mesa de caoba. Frente a él se encontraba el muerto más hermoso del siglo XIX; todo agujerado, pero el rostro se veía bello y pálido como un alcatraz.”
Paulino se parece en galanura al emperador destronado y Frank le informa que, por esa razón, el fantasma de Louis Henry quiere coger con él. En este punto, José Dimayuga resuelve bien el riquísimo encuentro sexual entre el vivo y el fantasma, porque en lugar de poner en escena un burdo momento lúbrico, tan común en cierto ámbito comercial, pone en boca de Paulino la narración detallada de su escarceo con el ente del más allá. Y en el más acá, provoca que la excitación del público se potencie porque cada quien recrea libremente todas las intensidades del deseo compartido. Se trata de un discurso erótico que consigue recrearnos en el gozo sin repetir los lugares comunes.
El ingenio de Dimayuga es tan fino que, a partir de este punto climático, los papeles de Frank y Paulino se invierten de forma convincente, verosímil y genial: porque ahora Paulino será el crédulo y Frank, el escéptico; es decir, cada uno asume la perspectiva del otro, se encuentra en la otra mirada y con la posibilidad de acercarse a la forma exacta de percibir las cosas. No contaré el final aquí, por eso los invito a leer este libro que me permitió tomar un respiro del hospital, ese otro país de sensibles; y tener una pausa en la enfermedad, esa otra forma exacta de percibir las cosas (o de negarlas).                            
       


Delirante e hilarante, la puesta en escena de José Dimayuga de obra de Oscar Liera.

(Tomás Carrera y Leonardo Cuesta.)
La pesadilla de una noche de verano fue representada por la actriz Malena Steiner y los actores Leonardo Cuesta y Tomás Carrera

 Por Óscar Ricardo Muñoz Cano
Poco menos de una hora le tomó a la actriz Malena Steiner para dejar en claro que es capaz de caerle mal a sus compañeros de trabajo mientras hacía reír al público que la vio actuar en el estreno de La pesadilla de una noche de verano, la noche de este viernes en la sala de usos múltiples Luis Zapata del Centro Cultural Domingo Soler.En su papel de Marina Osorio, una diva de la actuación entrada en años y en carnes, y amante de los colores fiusha, que se hizo acompañar de los actores Leonardo Cuesta como Godwin, y Tomás Carrera como el director sin nombre de esta farsa, intentó escenificar un fragmento de El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, pero sin lograrlo debido a que ella, Marina, no conseguía por distintas causas sacar adelante el ensayo de una escena donde tiene que volar.Su director, José Dimayuga, escribió con anterioridad que la historia le gustaba porque “era corta; abordaba la metatrealidad (el teatro dentro del teatro), y el personaje femenino era como los que me gustan: una mujer entrada en años, ruca y diva del teatro. No pensé en montarla pronto, pero en cuanto me trasladé a Acapulco acaricié la idea y finalmente se hizo realidad cuando se lo mostré a Malena Steiner. Le gustó y remontamos el vuelo, cual Óberon y Puck, por este maravilloso texto”.La obra en un acto del escritor Óscar Liera se presentó ante un foro lleno con un montaje sobrio, sencillo y justamente iluminado, pero donde el grupo de teatristas colmó el escenario con actuaciones delirantes debido a que la escena a representar (el asunto de la metateatralidad) no salía, poniendo a prueba la paciencia de quienes pretendieron actuar al lado de Marina, quien con las más absurdas excusas, coartadas y subterfugios impedía que se desarrollara el ensayo, al tiempo que el público no paraba de reírse.Al desesperar a su director y a Godwin ambos terminaron por matarla. Sin embargo, mientras festejaban y se regocijaban por haber acabado por fin con esta pesadilla, Marina se levantó para seguir hablando sin parar.La música no podía faltar en la obra y en este caso se pasó desde la añeja Concorde de 1975 del francés Frank Pourcel, para retratar aún más lo añejo de esta primera actriz, hasta llegar al ochentero Vuela vuela del grupo Magneto pero acompañadas de movimiento, sonido y demás elementos que se conjugaron en el escenario y volviéndose parte de un engranaje preciso.En este intento absurdo, del dramaturgo Óscar Liera, se nos presentó además una reflexión acerca del papel del teatro para buscar eliminar nuestras fobias y ridiculizar el ego, ese monstruo que llevamos dentro.
Al final de la obra, Dimayuga agradeció la labor de los actores, de la gente de la producción que lo ayudó así como de la Dirección de Cultura de Acapulco para después, ofrecer un cocktel. 
(Nota publicada el 15 de octubre de 2013, periódico El Sur. Acapulco, Gro.)

LA PESADILLA DE UNA NOCHE DE VERANO.

Hoy, gran estreno de la obra de teatro LA PESADILLA DE UNA NOCHE DE VERANO, de Óscar Liera.
En una visita que hizo Malena Steiner a la ciudad de México, en 2009, ciudad en la que entonces yo radicaba, la acompañé a la librería Gandhi de la calle de Madero a comprar un libro que le habían recomendado. Era un volumen de las obras completas de Óscar Liera. Un libro bastante choncho, y por choncho lo compré también. Y fue a inicios de este año 2013 que comencé a leerlo y topé con una obra corta: "La pesadilla de una noche de verano." En el índice le puse una palomita al título como señal de que me había gustado por tres razones: era corta; abordaba la metatrealidad, y el personaje femenino era como los que me gustan: una mujer entrada en años, ruca y diva del teatro. No pensé en montarla pronto, pero en cuanto me trasladé a Acapulco acaricié la idea y finalmente se hizo realidad cuando se lo mostré Malena Steiner. Le gustó y remontamos el vuelo, cual Óberon y Puck, por este maravilloso texto. A este viaje se sumaron los actores: Leonardo Cuesta y Tomás Carrera. Luego llegarían Alet Rojas que se responsabilizó en las tareas de asistente de dirección y producción ejecutiva, y Yolohtli Vázquez quien, vino desde Taxco, a iluminar el montaje.
Haremos una temporada breve en la sala Luis Zapata del Centro Cultural Domingo Soler. Todos los viernes de octubre, y el 1o. de noviembre, a las 8, pm.
Me siento nervioso y entusiasmado, esa sensación extraña que me produce el avión minutos antes de despegar.

SENSIBLES EN VOCES EN TINTA.

Queridos amigos, este jueves 12 de noviembre de 2013 estaré en la librería Voces en Tinta, en la Zona Rosa, del D.F., a las 7 pm. Presentaré mi libro SENSIBLES que el INSTITUTO GUERRERENSE DE CULTURA me publicó a inicios de este año. Los comentarios estarán a cargo de dos amigos que quiero y admiro: Luis Zapata y Ernesto Reséndiz Oikión. Le pedí al guapo actor Gabriel Castillo que me echara la mano en una lectura en voz alta de algunos fragmentos. No le envié el texto. Espero que no se me raje porque no ensayamos nada. Pero confío en que hará una buena lectura, no obstante. Espero que vaya gente. Sobre todo amigos que hace más de tres años que no veo. Tengo nervios y emoción. Y es natural.

Escritores de Verano.

La Secretaría de Cultura de Guerrero invita al ciclo de lecturas ESCRITORES DE VERANO. Este viernes 26 de julio leeré relatos, crónicas y otras cosillas. Los espero.
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El cuento del zoológico.

Por cierto. Si no tienen nada que hacer esta noche, vayan a ver la obra de teatro "El cuento del Zoológico." Y si tienen cosas que hacer, déjenlas a un lado porque no se pueden perder esta obra, un clásico ya del teatro del siglo XX, escrita por Edward Albee. El personaje de Jerry, el salvaje, difícil por los parlamentos extensos lo encarna magistral Leonardo Cuesta, un actor cubano que se afincó, para fortuna de nosotros los costeños, en Acapulco. También es digno de alabar el trabajo actoral de David Almada quien hace a un Peter cuyos silencios son elocuencia muda ante la verborrea luminosa de Peter. La dirección de escena es de Alet Rojas Contreras, una joven, actriz también, que ha comprendido muy bien el conflicto de dos personajes arrojados a un mundo aparentemente desarrollado. La dirección escénica y el trabajo actoral mueven a lágrimas no sólo por los personajes solitarios que se reclaman atención en escena, sino por el arrojo y el compromiso que estos tres jóvenes artistas (Leonardo, David y Alet) asumen con el teatro. Acapulqueños, neta, no se pueden perder este montaje. No lo olvidarán.
Centro Cultural Teatro Domingo Soler, Acapulco Gro. Últimas funciones: 13 y 14 de julio, de 2013. 19:00 hs.

Sandra Boyd.



Me acabo de enterar que murió Sandra Boyd y me consternó la noticia. A Sandra la conocí, creo que alguna vez se lo conté, a través de fotonovelas que leí de niño: ella era actriz de Linda, Chicas, Bonita, eran los nombres de las fotonovelas. También recuerdo haberla visto en películas de Blue Demon y Mauricio Garcés haciendo papeles secundarios. Así que cuando nos presentaron, en el año 2005, se me hizo como ver a una amiga de la infancia. Me contó que le gustaba escribir y me pidió que le escribiera la cuarta de forros de su libro Manicomio con vista al mar. Lo leí, me gustó y escribí el texto. Creo que no hizo presentación del libro, pero la prensa acapulqueña sí habló de él.
Sandra, además de escribir, le gustaba viajar. Junto con su amigo Julio Campos, QEPD, visitaron la India varias veces. Se quedaban por allá meses y recuerdo que Julio estuvo a punto de convencerme para acompañarlos pero desistí y me fui a Europa. Sandra confeccionaba y fabricaba ropa que vendía en boutiques de hoteles acapulqueños. Su libro lo quiso vender también en las boutiques. Se le hizo fácil llevarlo al hotel Las Brisas, lugar donde le vendían la ropa, pero se lo rechazaron. Me contaba, atacada de la risa, que su libro se lo habían rechazado porque les asustó la cuarta de forros que yo escribí. Le dijeron que un libro con temas y personajes como los que ella abordaba en su Manicomio con vista al mar no podía venderse ni exhibirse en las tiendas de Las Brisas. “¿Tú crees, José? El mundo es más grosero que lo que yo escribo. La prueba está en el rechazo de mi libro.”
La cuarta de forros dice así:
“Sandra Boyd, a la edad de 19 años, estudió danza con León Escobar. Su juventud y belleza la condujeron a la pasarela de modelaje. De allí, saltó a la pantalla chica; trabajó al lado del Loco Valdés, Héctor Lechuga, Enrique Guzmán, entre otros. En la década de los sesenta fue la imagen de varias marcas comerciales y la protagonista de un sinnúmero de fotonovelas. Hizo teatro después de tomar clases con Seki Sano. Compartió créditos con Fernando Luján, David Reynoso, Armando Silvestre, Enrique Rocha, Julissa y Tere Velázquez en películas donde las jovencitas eran perseguidas por adolescentes bobos o viejos raboverdes. También actuó al lado de Regina Torné en Blue Demon contra las invasoras, hoy un clásico de las películas de luchadores.
            Sandra Boyd dice que empezó a escribir para no suicidarse. Pero no asume la literatura como válvula de escape, no inventa un mundo mejor del que vivimos. Más bien escribe para acentuar la miseria humana. En todos los cuentos de Sandra Boyd se asoma la melancolía con unas garras que estrujan, zarandean al lector. Boyd no cree en la bondad ni en el Paraíso que algunos creen encontrar en la Tierra. Vivimos en el averno y en el no hay Blue Demon ni Superman que pueda rescatarnos. Manicomio con vista al mar se antoja una colección de postales, pero sin retoques; postales no de un Acapulco paradisíaco sino infernal. En ellas, Sandra nos describe una Costera sin mar porque los edificios se levantan como murallas; un Zócalo cual galería de personajes tristes, decadentes, fracasados, rencorosos, lunáticos; vemos chichifos, homosexuales seniles, gringas pensionadas y apasionadas, meseros gandayas, lancheros y otra fauna de espíritu chafa que no es exclusividad de los habitantes del Bello Puerto sino de los de cualquier parte del mundo.”
Descansa en paz, querida Sandra.

La cuarta de forros de SENSIBLES.


La cuarta de forros de mi libro SENSIBLES la escribió Humberto Guzmán, y aquí la comparto:
"Cuando asistimos al teatro ya queremos ver la representación de la vida de los otros. Éstos son los protagonistas que antes fueron parte de obras escritas. Aquí es donde esta serie cobra importancia porque da pie a que el teatro de Guerrero llegue a su público.
 País de sensibles reúne dos textos teatrales de José Dimayuga. El que lleva este título sobresale por su movilidad escénica y los constantes conflictos en el desarrollo de la historia. Mantiene enfrentados entre sí a los miembros de una familia sui generis. La madre y la hija en lucha por el hijo y hermano. La narración teatral está sostenida en un estilo incitante. Hubo un asesinato y todos son sospechosos. El dramaturgo maneja la violencia intrafamiliar, pero también la intriga, el conflicto, la emoción, en un sentido eminentemente teatral.
La forma exacta de percibir las cosas, atractivo título de la segunda obra, nos sorprende con una situación intimista. Una pareja de homosexuales en conflicto que, como se notará, no le va a la zaga a sus opuestas. Es la tensión que puede surgir en el juego de los amantes que por momentos puede tornarse peligroso, sin importar el género. Una situación que se adivina más existencial que sentimental. En la decadencia de la relación de los amantes, se habla de un duelo, de suicidio. Dimayuga lleva a situaciones cosmopolitas -el suspenso incluido-, extremas tal vez, con un desenlace de algún modo tranquilizador.
País de sensibles es un tipo de teatro bien llevado, emocional, extrovertido, donde se puede reconocer el calor y el ritmo de la costa."

Colección editorial del Instituto Guerrerense de la Cultura.


"La forma exacta de percibir las cosas" y "País de sensibles", dos textos dramáticos de mi autoría, aparecen en el libro: SENSIBLES, que forma parte de la Colección Editorial del Instituto Guerrerense de la Cultura que se presenta este viernes, a las seis de la tarde, en el Centro Cultural Acapulco, en Acapulco, Gro. Asiste.

SENSIBLES


Algunos textos dramáticos, como las personas, nacen con estrella y otros estrellados. "La forma exacta de percibir las cosas" pertenece a la primera clasificación; desde su primera aparición pública fue del gusto de la gente. La leí en el otoño de 2011, en el Festival del Libro y La Palabra que coordinaba la escritora Iris García Cuevas en los jardines del Centro Cultural Acapulco y la respuesta de los asistentes fue de harta risa y aplausos. Recuerdo que Enrique Caballero me ayudó a leer fragmentos del texto y, entre el público, se encontraba el actor Miguelangel Sotelo. Los dos, en cuanto concluyó la lectura, expresaron su interés por montarla así lloviera o tronara. Tres meses después iniciamos los ensayos de una temporada teatral que comenzamos en mayo y terminamos en noviembre del 2012.
"La forma exacta de percibir las cosas" ahora se ha impreso en un libro junto con otro texto dramático que escribí hace casi veinte años: "País de sensibles", otra obra con estrella pues ganó en 1995 un concurso de dramaturgia que convocó la SOGEM y la UNAM. Ambos textos aparecen en el libro SENSIBLES y se presentará con otros libros seis libros de seis autores guerrerenses el viernes 15 de marzo de 2013, en los jardines del Centro Cultural Acapulco, a las 18 hs. Los siete libros forman parte de la Colección Editorial del Instituto Guerrerense de la Cultura.
Estás cordialmente invitado. La entrada es libre y el vinito de honor también.

El mejor libro del 2012 según mis amigos.


En el mes pasado formulé la siguiente pregunta en mi muro de Facebook: ¿Cuál es el libro qué leíste que más te gustó este año? (No necesariamente una novedad literaria.) Y las respuestas las transcribo aquí, porque no he leído tales libros y tengo el interés de conseguirlos para, en un futuro no lejano, leerlos.
El primer nombre corresponde al de mi amigo; luego, el título, y al final el autor.
César Llanos. “Ángeles del Abismo”, de Enrique Serna.
Paco Villagran. “Haunted”, de Chuck Palahniuk.
Julio Álvarez. “Sociedad y teatro moderno”, de Gabriel Careaga
Iris Garcia Cuevas. “El último lector”, de David Toscana.
Antoine Rodriguez. “El cuerpo en que nací”, de Guadalupe Nettel
Ulises Méndez Martínez.  “Reencuentro”, de Fred Uhlman
Pancha Enojosa. “La hora de la estrella”, de Clarice Lispector.
Omar Gómez Gutiérrez. "Jean Genet, menteur sublime", de Tahar Ben Jelloum
Victor Ponsal. “Las Páginas de Día y Noche”, de Adonis. 
Armando Moreno. “La marrana negra de la literatura rosa”, de Carlos Velázquez
Armando Moreno. “Canción de tumba”, de Julián Herbert
Oscar Ricardo Muñoz Cano. “La libertad de ser distinto”, Oscar de la Borbolla.
Quetzalli Vázquez Castañeda. "A la sombra del ángel" ,de Kathryn S. Blair
Magelo Espinosa. “Comer, rezar, amar”, Elizabeth Gilbert.
Alejandro Mendiola. “Diablo guardián”, de Xavier Velasco
Carlos Fernandez. “Robot Dreams”, de Isaac Asimov
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Adrian Navarro Salvatierra. “El tiempo entre costuras”, de Maria Dueñas.
Fernando Zamora. “El Guardián en el centeno”, de Salinger.

Patsy Baro. “La Cabaña”, de William Paul Young.
Chepo Ramírez. "Los dioses de cada hombre", de Jean Shinoda Bolen.
Everardo Trejo "El paraíso de las moscas" de Mariana Osorio Gumá.
Capo-Tito Vasconcelos. "Reseña Histórica del Teatro en México", de Enrique de Olavarría y Ferrara.
David Perez. "Noticias del Imperio", de Fernando del Paso.
Tereza Quadros II. "La luz difícil", de Tomás González.

Hernán Bravo Varela Antigua luz, de John Banville.