CELEBRAN LOS 30 AÑOS DE "EL VAMPIRO DE LA COLONIA ROMA", DE LUIS ZAPATA, A 30 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN.

A treinta años de que Luis Zapata escribió El Vampiro de la colonia Roma, considerada la primera novela gay en México, el escritor, poeta y crítico literario José Joaquín Blanco afirmó que “pocas obras han logrado sostenerse por sí mismas, El Vampiro en cambio no ha dejado de funcionar un solo día en estos 30 años, leído, releído, chismeado, recordado, discutido, exaltado, vituperado, es un logro cultural duro, evidente, irrebatible, una verdadera aportación concreta, dura, sólida a la sociedad mexicana contemporánea”. Este domingo se celebró en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la conferencia por los 30 años de la primera edición de este libro de Luis Zapata, el escritor oriundo de Chilpancingo, ante unos 150 asistentes, entre veteranos y nuevos lectores. En la conferencia "El Vampiro, 30 años después", el otro presentador invitado fue el dramaturgo José Dimayuga, originario de Tierra Colorada. Un tercero, el conocidísimo escritor acapulqueño José Agustín no asistió, porque no termina de recuperarse “del madrazo que se dio” hace dos meses al terminar de ofrecer una conferencia en Puebla y caerse del estrado. “Ni escribir puede”. La conferencia comenzó media hora después de la cita –12:30 horas– por dos acontecimientos, o uno, según se mire: en el recinto se rindió un homenaje de cuerpo presente al filósofo Alejandro Rossi, al que asistió el presidente Felipe Calderón.
Uno de los éxitos más felices de la literatura en su momento
José Joaquín Blanco, autor de novelas como Un chavo bien helado, Las púberes canéforas –también ubicada en la corriente gay– y de crónicas como Función de medianoche, recordó que la novela de Zapata apareció, “en medio de un escándalo tan hipócrita como estúpido, hipócrita con respecto al tema, que ya había dejado de ser tabú en occidente”. Explicó que no en español pero si en otras lenguas del mundo, había bastantes novelas del asunto que se habían vuelto clásicas y recibían el reconocimiento general, “basta señalar a Proust, a Gide, Genet, a Mishima, a Pasolini”. Afirmó que el escándalo amarillista local sólo respondía “a la mochería que prevalecía en el gobierno, en la prensa, en algunas empresas, en la academia… pero también se trató de un escándalo estúpido, pues generalmente se atacó el libro por lo que no era, y estoy seguro de que algunos hombres ilustres que lo hicieron, ni siquiera lo habían leído, y sus alarmas revelaban que sólo habían escuchado en algún mentidero, que se trataban de las memorias verbales de un prostituto vaciadas directamente a una grabadora”. El escritor contó que por fortuna el éxito de ventas “y sobre todo de lecturas dejó en claro que se trataba de una obra plena literariamente, no solo escrita sino admirablemente escrita, con una asombrosa modernidad, tanto del manejo del castellano oral mexicano, como en las más diversas tradiciones como la novela picaresca y otras formas cómicas de narraciones, desde los tiempos de Bocaccio, Rabelais y Quevedo, así como alguna mente vanguardista en la forma de narrar, que en México se llamaba La (literatura de) Onda”. Comentó que “el estruendo del escándalo no tuvo éxito aunque se refugió en algunas otras formas más agrias de represión y censura, en escándalo vergonzante, calladito, que todavía prevalece en algunos ambientes académicos, burocráticos, o parnasianos, y que pretenden aún considerar el asunto homosexual y la forma coloquial y cómica de su escritura, como propios de una sub literatura, la llamada entre comillas literatura gay”. No obstante, reiteró que “lo inadmisible (para esos grupos) y también una de las razones de su éxito continuo durante 30 años, es que se tratara de una historia afirmativa, divertida, digna, casi insolente. Qué descaro, qué impunidad, llamaba la mochería apolillada. La verdad es que la alegría y la vitalidad del Vampiro, la vitalidad y la frescura del lenguaje, su liberado, alivianado modo de vivir sus propios días, lograron uno de los éxitos más modernos y felices de la literatura en castellano de esos años”. Señaló que “no se debe soslayar la importancia de que el asunto gay, hasta entonces tratado en México cuando mucho en forma lateral y anecdótica, o crípticamente o a escondidas, de un solo golpe, estableció un nuevo canon, una obra maestra y un estímulo, para muchos otros escritores que empezaron a escribir diversas obras, no necesariamente a la manera de Zapata, pues no todo mundo tenía sus dones intelectuales y literarios, pero si a partir de ese nuevo estadio aireado, moderno, laico, relajiento”.Y afirmó que Zapata y su libro influyeron en muchos autores que “empezaron a vivir como el Vampiro, otro tipo de aventuras. Tocará a sus autores reconocer ese estímulo, como el propio Zapata ha reconocido en la Onda mexicana, en (el escritor argentino, Manuel) Puig y en ciertas vanguardias francesas y anglosajonas”.
Otros libros del escritor chilpancingueño son Melodrama, Hasta en las mejores familias, De pétalos perenes y En jirones, entre otras.

El miedo es el disfraz del guerrero: Dimayuga
El dramaturgo y director José Dimayuga, originario de Tierra Colorada, ex director de Cultura en Acapulco y coordinador del festival Lésbico-Gay de cine mexicano en el puerto, recordó su experiencia con este libro de Zapata: “Entré a una librería que se encontraba en el metro Insurgentes (en la ciudad de México), en un estante lleno de libros, vi el Vampiro... lo agarré, lo vi, y descubrí que la prosa no tenía puntuación. Leí dos páginas al azar y me enganchó lo sabroso del lenguaje del personaje principal, Adonis García… Fui a la casa por dinero, y lo hice mi lectura de vacaciones. El libro lo empecé a leer en el camión de la Estrella de Oro, y pude haberlo terminando en el trayecto a Tierra Colorada, pero mi pudor, me lo impidió… más bien para dejar para después las escenas candentes… temí que mis vecinos de viaje se dieran cuenta de lo que estaba leyendo… Cerré el libro, "ah caray, no pensé que el libro fuera así". Yo me hacía preguntas: ¿será Zapata el vampiro de la colonia Roma, será una novela autobiográfica?… en una de las pestañas del libro decía que Luis nació en Chilpancingo, ¿y cómo es que nunca me lo había topado con lo cerca que está mi pueblo de su pueblo?, y que me lo voy topando, me encontré al mismísimo Luis, en febrero o marzo de 1980 en una batucada brasileña en el edificio del Club de Periodistas, entre la multitud (lo) vi a mi lado, estaba de pie a mi izquierda, traía la misma chamarra con que aparecía en el libro. Me acerqué a él, con cierto temor le dije: “¿Tú eres Luis Zapata?”. Me miró con desconfianza y me dijo: “sí”. Le dije, “leí tu libro, me gustó mucho, tú eres de Chilpancingo verdad, yo soy de Tierra Colorada”. Él sin regresarme a ver me dijo, “ah qué bien, nos vemos”, y se fue dejándome en medio de la algarabía de la gente y el ruidazal de los tambores. Ese fue el diálogo entre el escritor y su lector. Diez años después, cuando ya éramos cuates, le reclamé que por qué había sido tan grosero con su fan; él dijo: “Ay chacho, es que no sabes el gripón que traía...”. Dimayuga contó el temor de Luis Zapata a que lo agredieran por causa del libro. “El éxito no creas que me hacía gracia”, le confesó. Y Luis tenía razón, hubo librerías que vetaron la venta del Vampiro por pornográfico, un sacerdote de no sé qué pueblo lo mandó a quemar… y unos escritores famosos secundados por críticos literarios, dijeron que no era literatura. Los gays en los años setenta alucinábamos mucho a la policía, a la policía de uniforme o disfrazados de compañeros de trabajo, de padre de familia o vecino… Afortunadamente a Luis nunca se le presentó la tira ni algún loco le lanzó la primera piedra. Con miedo y todo, posicionó en la literatura mexicana al personaje homosexual que practica su sexualidad con desparpajo y gozo, sin sentimiento de culpa ni pecado… Con la novela Luis se presentó como un escritor que asumía la literatura como un acto rebelde, arrojado, ganoso de sacudir los contenidos y formas que hasta entonces predominaban, con una valentía digna de aplauso. Acaso el miedo es el disfraz del guerrero”.
Luis Zapata, en forma breve, agradeció que se conmemoraran los 30 años de la primera edición, que como los cumpleaños, consideró injustificado, pues “qué mérito tiene conmemorar el paso del tiempo”. Sin embargo, agradeció “la oportunidad de encontrarme con mis amigos, independientemente de nuestros merecimientos, los amigos son el premio más grandes que nos da la vida”. (Por Aurelio Peláez. Tomado de El Sur.)