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Hace un par de días mi amiga Yolanda me planteaba su gran congoja: no sabía qué hacer con unos libros que ya había leído, le estorbaban y no quería arrojarlos a la basura. "¿Los dono a una biblioteca?", preguntó. Le dije que esa no era la mejor opción, pues alguna vez conocí la bodega de una biblioteca con muchos libros apilados y en un estado que daban pena nomás de verlos. La bibliotecaria, de muy mal modo, me explicó que no tenían personal para que clasificara los volúmenes. "¿Se los regalo a Uriel para que los venda en su librería?", preguntó Yolanda. "¡Menos!, le dije, Uriel ya va a cerrar su librería." "¿Y qué va a hacer con tanto libro?" "Eso menos lo sé, Yola." Lo que son las cosas: hoy recibí un mensaje de Israel Pintor en el cual me incluye una convocatoria que mucho gusto le dará a Yolanda cuando la lea. Sus libros también se estremecerán de contento. Léanla, y digan si no.
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