"Y Emma quería saber exactamente lo que en la vida se entendía por felicidad, pasión, embriaguez, palabras que le habían parecido tan bellas cuando las leyó en los libros."
Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
YO SOY UN HOMBRE ALEGRE.
"Se queja usted de que mis personajes son lúgubres. ¡Pero, ay, no es culpa mía! Así quedan involuntariamente, y mientras escribo, no me parece que esté escribiendo sombríamente; de cualquier manera, siempre estoy de buen humor cuando trabajo. Es notable que las personas tristes y los melancólicos siempre escriben cosas alegres, mientras que los animosos deprimen a la gente con sus escritos. Yo soy un hombre alegre; o al menos me parece que me he divertido durante los primeros treinta años de mi vida."
Anton Chéjov.
LA CLASE.
Por José Dimayuga
A veces dejo al azar que escoja el libro que habré de
leer. La cosa es muy sencilla: meto la mano en cualquier pila de libros que se
levanta en mi biblioteca personal, y el que extraiga, así sin ver, es el que
leeré. De esta manera, la suerte puso en mis manos La clase, de Hermann Ungar.
¿Cuándo y dónde
adquirí este ejemplar? No lo recuerdo. Quizá lo compré en la década de los 90,
pues el colofón dice que se editó en 1991. Su costo fue de $ 20.00, así lo
indica la etiqueta de El Parnaso, librería que se ubicaba en Coyoacán, D. F.
Otra razón por la que compré el libro se debió quizás a la sinopsis que aparece
en la misma cuarta de forros. Allí aparece la descripción somera del
protagonista que al leerla, seguramente, me sentí retratado:
“La clase relata la historia del profesor
de escuela Josef Blau, de débil constitución física y escasa fuerza de
voluntad, que respeta al máximo el orden establecido y aspira a imponer a sus
alumnos esa férrea disciplina…”
Después de leer
la novela, me parece que la expresión “escasa voluntad” es un eufemismo de
“neuroticazo de primera” o de “loquillo de atar”, pues el tal Josef Blau se
conduce con la certeza de que todos lo odian, todos le procuran el mal. Está
convencido de que nadie lo ama; ni sus colegas profesores de la escuela donde
presta sus servicios como enseñante, ni sus alumnos que lo espían y cuchichean
a sus espaldas, ni su guapa esposa, Selma, quien, según la imaginación enferma
de Josef, le pone el cuerno con el maestro Leopoldo. Y Selma se rapa, se vuelve
calva para probarle al marido el profundo amor que siente nomás por él. ¡Jah!
Así contado produce risa, pero la novela lo menos que tiene es sentido del humor.
En los ambientes predominan los oscuros y grises, como en algunas novelas de
Dostoievski con todo y personajes enfermos y de bajísimos recursos económicos.
Y ahora que escribo esto, me viene a la cabeza el relato “El licenciado
vidriera”, de Cervantes, cuyo protagonista evita toparse a sus vecinos pues
teme que el mínimo contacto lo quiebre como si de un vidrio se tratase. La
chaladez del licenciado vidriera me mueve a compasión y ternura; y el profesor
Blau, a fastidio. Todos sus temores de “hombre moderno” me daban coraje. Tal
vez si hubiera leído el libro en la década que lo compré mi reacción hubiera
sido de solidaridad puesto que entonces yo también daba clases a adolescentes y
sufrí constantes ataques de pánico. No obstante he de aclarar que La clase me entretuvo. La novela se lee
rápido, gracias a su prosa de frases cortas que le dan un ritmo frenético, como
las pulsaciones de quien tiene un ataque de ansiedad.
Hermann Ungar sólo escribió dos novelas: Los mutilados (1923) y La clase (1927). Nació en Moravia, en
1893; y murió en Checoslovaquia, en 1929, después de abandonar su trabajo
debido a la hipocondría.
UN TURISTA / UN VIAJERO.
"No se consideraba un turista; él era un viajero. Explicaba que la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de unos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a a otro de la tierra. Y le hubiera sido difícil decir en cual de los muchos lugares donde había vivido se había sentido más a sus anchas."
El cielo protector. Paul Bowles.
LO QUE MÁS ME GUSTA DE UN LIBRO.
"Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando. Leo un montón de clásicos como La vuelta del indígena y no están mal, y leo también muchos libros de guerra y de misterio, pero no me vuelven loco. Los que de verdad me gustan son esos que acabas de leerlos y piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras. No hay muchos libros de esos. Por ejemplo, no me importaría nada llamar a Isak Dinesen, ni tampoco a Ring Lardner, sólo que D.B. me ha dicho que ya ha muerto. Luego hay otro tipo de libros como La condición humana, de Somerset Maugham, por ejemplo. Lo leí el verano pasado. Es muy bueno, pero nunca se me ocurriría llamar a Somerset Maugham por teléfono. No sé, no me apetecería hablar con él. Preferiría llamar a Thomas Hardy. Esa protagonista suya, Eustacia Vye, me encanta."
Holden Caulfield, en El guardíán entre el centeno, de J. D. Salinger.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)