ZOMBI


Sueño que se me acerca mi amigo Marco y me saluda. Lo noto alegre porque me ve después de muchos años. A mí más bien me sorprende porque sé que ya se murió. Entonces, ¿no ha muerto? Me acuerdo de cuando éramos grandes amigos y siento una profunda nostalgia. Le digo que hacía tiempo que no lo veía. ¿Qué has hecho? Él sonríe. Caminamos. Alguien me dice que debe tratarse de un zombi y la manera de descubrir a un zombi es mirándole los puños y el cuello de su camisa. Si están sucios es un zombi. Miro los puños y el cuello y, sí, están bien puercos. Marco es un zombi. Qué  miedo. Entre la frente y el pelo le noto unas puntadas ocultas bajo un maquillaje mal aplicado. La camisa la tiene abierta; debajo usa una playera que tiene un número impreso que puedo leer con claridad: 1999. Y pienso: ¿Por qué tiene una fecha de 1999 si Marco murió en 1991? ¿Cómo consiguió esa playera? Me aparto de él y camino calle abajo. El corazón lo tengo muy acelerado. El camino no es de pavimento; es de lodo. La mejor forma de avanzar es patinando. Me deslizo como un surfista sobre el lodo, y llego a una especie de cancha de basquetbol, abandonada. Y vuelvo a encontrar a Marco. Pero ahora es mujer. Conversa animada con otras dos chicas y pienso que las tres son putas. Visten y calzan como putas: de mucho tacón y vestido ajustado.