"¿Y qué fue de Bonita Malacón?", una historia de José Dimayuga digna de llevarse al cine

La primera novela de José Dimayuga es digna de llevarla a la pantalla grande, aseguró el biógrafo Rafael Aviña durante la presentación del libro ¿Y qué fue de Bonita Malacón? Como un homenaje al pueblo del estado de Guerrero, a su música, al estilo de hablar de la gente de la región de la Costa, el dramaturgo José Dimayuga presentó en Acapulco su primera novela en el hotel Villa Vera ante poco más de 70 asistentes, el viernes por la noche.El encargado de realizar los comentarios de la novela fue el crítico de cine Rafael Aviña que además de comparar los diálogos de la novela de Dimayuga con los de un guión cinematográfico, refirió los temas abordados por el autor con aquellos del cine de oro mexicano. Postrados en sillones adornados con gasas de color rosa, los asistentes disfrutaron del video que el videasta, José Antonio Cordero dirigió. "Las hermanas Andraca" es el título del video que duró unos 15 minutos y el que el público asistente conoció un capítulo de la novela de Dimayuga en el que las hermanas Maya y Esther contaban, en ocasiones, a manera de chisme la vida del personaje central de la novela: Bonita Malacón. Debido al lenguaje coloquial y propiamente costeño con el que el autor de Afectuosamente su comadre dio identidad a los personajes de su novela, el público asistente rió y se carcajeó por el diálogo que sostenían las hermanas Andraca.“Este libro es un homenaje a esas actrices que algunos han olvidado, pero que yo no he olvidado nunca, un homenaje a mi estado, a mi infancia, al pueblo, a la música, a mi familia; un homenaje a ese mundo que conocí, que está muy presente”, agradeció José Dimayuga en quien se podía percibir una gran alegría por ver a su familia, amigos e invitados a la presentación de su obra. Leyó un fragmento de la novela en el que Pedro Isabel inicia con la trágica e intensa historia de Bonita Malacón. Además agradeció a Víctor Manuel Hernández, a Rahel Ávila, al grupo Arca y a los asistentes por presenciar y disfrutar de su trabajo literario. “Con ustedes me doy cuenta de que Dios existe”, dijo. Por su parte Rafael Aviña leyó un texto con el que compartió su primera sorpresa al leer ¿Y qué fue de Bonita Malacón? fue que el dinamismo de los diálogos de la novela y el “finísimo tacto” del autor para capturar en ellos el ritmo del habla de los habitantes de Tierra Colorada, tierra natal del autor. “De alguna manera, se trata de un homenaje al carácter de sus paisanos, de su gente, a la vez cabrona y a la vez bondadosa, en palabras del propio Dimayuga en una entrevista reciente”, enunció Rafael Aviña. Mencionó que José Dimayuga encarna en su novela al novel periodista que intenta hurgar en la vida del personaje principal de su novela para hacer su “tesis documental”. Aseguró que es, efectivamente, un joven documentalista quien va hilando las historias de los personajes a tal grado que las situaciones de las que es testigo rememoran aquellas vistas en "Lágrimas, risas y amor" que los secretos de los personajes recuerdan aquellas películas del cine negro de los años 40 y 50 como Citizen Kane de Orson Welles. “Es justo en esa dualidad, en esos contrastes provocadores realizados con toda intención, lo que hace tan disfrutable esta novela. Resulta muy inteligente y sutil el trabajo de Pepe Dimayuga porque su novela es un triller, pero también es una novela costumbrista. Hay suspenso pero también humor cruel”, describió. Abundó en que el lector se va formando una idea y apasionando por el retrato oral que distintos personajes hacen de Bonita. Una larga lista de voces narrativas que ofrecen su punto de vista acerca del personaje principal de la novela que fue publicada por editorial Jus. El cine es el gran universo que transforma personalidades como Bonita (…), aseveró el presentador. “En fin, ya se desgreñarán Ana de la Reguera y Ana Claudia Talancón por interpretar a Bonita. Y lo mismo sucederá con Tito Vasconcelos y Jorge Zárate por encarnar a Chabelis. Y es que ¿Y qué fue de Bonita Malacón? no sólo es una novela disfrutable, sino que tiene todo para llegar a la pantalla grande”, concluyó. (Por Karla Galarce. Tomado de El Sur.)

ME DUELE QUE TE VAYAS

de José Dimayuga

PERSONAJES



VÍCTOR, de 35 años.
DAVID, de 24.



La acción se desarrolla en la habitación de un hotel.
Mobiliario: una cama y un sillón.
Época actual en un sábado por la noche.
Entra DAVID; luego Víctor; los dos vienen elegantemente vestidos: el primero, de saco y corbata, y el segundo de esmoking.

DAVID (después de beber agua)
¿Te doy agua? (Pausa breve.) Habla, ¿no?, miéntamela si quieres, pero no sigas callado; dijiste que cuando llegáramos a la habitación me/

DAVID de pronto deja de hablar; más bien es callado por la mirada grave de VÍCTOR.

DAVID (avanzando hacia VÍCTOR)
No te pongas así, hombre.
VÍCTOR

DAVID
¿Por qué me ves de ese modo?

VÍCTOR avanza poco a poco hacia DAVID; su expresión es de ira. DAVID recula, medroso.

VÍCTOR
Eres muy puto, ¿sabes, no?
DAVID
Eh… Je…
VÍCTOR
No dije nada gracioso: digo que eres puto, güey. O qué, ¿te ríes si alguien te dice puto? ¿Te ríes si vas por la calle y te dicen puto?
DAVID

VÍCTOR
¿Si alguien te lo grita en la cara, güey?
DAVID (reculando, medroso, ante la mirada violenta de VÍCTOR)
No, pero, ps, no hay pedo. Sí, soy puto, ¿y?
VÍCTOR
Culero
DAVID
No mames, ¿qué te pasa?
VÍCTOR
No te hagas pendejo, que bien que te conozco.


VÍCTOR le planta una cachetada a DAVID. Estaba a punto de soltarle otro golpe, pero DAVID corre hacia el otro extremo del escenario.

DAVID
Oye, cálmate, güey.
VÍCTOR
¿Qué tanto hacías en el baño?
DAVID
Pues… lo que todo mundo hace en el baño: cagaba.
VÍCTOR
Lo que todo maricón hace en el baño no sólo es cagar. También se coge. Sí sabías, ¿no? O me vas a salir con que en los baños de Monterrey los jotos no cogen.
DAVID
Pues… no sé; a la mejor. Pero, ps, lo dirás por ti, porque a mí me parecería incómodo.
VÍCTOR
¡Yo no soy promiscuo, hijo de tu puta madre! ¿O me ves cara de bañero? ¿Tengo cara de andar asaltando braguetas, eh?

VÍCTOR se dirige hacia DAVID con el propósito de golpearlo, pero DAVID consigue esquivarlo.

DAVID
¿Ya, no? ¡Cálmala!
VÍCTOR
¿Cómo que ya “cálmala”? ¿Por qué te atreves a decir que yo soy el promiscuo cuando tú eres quien… quien es el puto?
DAVID
¿Y tú qué serás?
VÍCTOR
No me contestes con otra pregunta. (PAUSA breve. Con serenidad forzada) Oye, güey, si pagué tu boleto de avión, este hotel y esas garritas que traes puestas, no fue para que vinieras a putear, sino para que me acompañaras a mi… boda. ¿Entiendes lo que te quiero decir?... David, mírame a los ojos… te estoy hablando, güey. A todos les conté que tú eras mi primo de Monterrey, ¿y qué hace “mi primito” a la mitad de la boda? Se va a ligar a los baños del salón. ¡Óyeme, no mames! Cuídate, ¿no? ¡Y cuídame! ¡Preocúpate por los demás!... ¿Ahora entiendes?... David, te estoy hablando…
DAVID
¿Y en qué te basas para afirmar que fui al baño para/
VÍCTOR
Mira, David, por favor, no quieras jugar al “A ver quién tiene más cara de pendejo”. Yo te vi: saliste del baño platicando con un ruco de cabello canoso.
DAVID
Ah, ¿ese es tu coraje? (Sonríe) ¿Y por qué no empezaste por allí? Sí sabes quién es ese tipo, ¿no?... (VÍCTOR lo mira con gravedad.) Tu suegro. Era tu suegro… el papá de tu… de Angélica.
VÍCTOR
Y para seguir con el jueguito, también vas a decir que no sabías que es maricón.
DAVID
Je, ps, n-no… Bueno… Con razón.
VÍCTOR
Con razón qué.
DAVID
Nada. Nomás dije “con razón” por… pues por decir algo.
VÍCTOR
No, yo aquí paro el juego. El tonito con que dijiste “con razón” iba más allá de querer decir algo por pura casualidad. Es obvio que tú ocultas algo.
DAVID
No, de veras.
VÍCTOR
¿Qué esconderá esa carita de mosca muerta?
DAVID
La cabeza ha comenzado a dolerme; qué mala onda. Y no comí chocolate. ¿Por qué no pondrán aire en este pinche hotel? Puta madre, parece de cuarta. En Monterrey, uno como estos ya lo hubieran clausurado. ¿Te dije que maté una chinche, güey? No mames, iba caminando sobre la almohada. Me dio un asco…
VÍCTOR
¿Qué es lo que no quieres contar, David, por favor?

DAVID (dirigiéndose hacia la salida)
Voy a bajar a la recepción por una aspirina.
VICTOR (impidiéndole el paso)
Y me vas a dejar aquí como tu pendejo.
DAVID
No me cuelgo; orita regreso.
VÍCTOR
Antes me lo cuentas todo; todo, mano. (Riendo forzadamente.) Con pelos y señales.
DAVID
¿Cuál todo, Víctor?
VÍCTOR
O no me tienes confianza, David.
DAVID
¿Cuál confianza? Y… ¿cómo voy a contártelo todo si a cada momento me quieres soltar un madrazo? ¿Cómo voy a contarlo, eh?
VÍCTOR
O sea que sí pasó todo, ¿verdad?
DAVID
Por favor.
VÍCTOR
Lo acabas de decir. (PAUSA breve.) Desabróchate el pantalón.

DAVID no obedece la orden. Mira a VÍCTOR, atónito.

VÍCTOR
¿Me oíste, puto? (Deletreando) Que te bajes el pantalón.
DAVID
¿Para… qué?
VÍCTOR (irónico)
Quiero ver la huella de sus besos… (con violencia trata de desabrocharle el pantalón. DAVID no lo permite y se aparta de VÍCTOR.) Quiero ver cómo te dejó aquel cabrón.
DAVID
Si tu propósito es volverme loco, lo estás logrando (histérico): la cabeza me duele, las manos me sudan, y ora resulta que me quieres revisar el culo para deshacerte de dudas… como si fuera puta, no mames… por eso me conseguiste este pinche hotel de paso porque te parezco una piruja, ¡estoy hasta la madre!, ¿sabes? Tengo ganas de… (DAVID está a punto de soltar el llanto, pero lo contiene.) regresar a… Monterrey. (Con voz entrecortada.) Mejor no hubiera venido. (Empieza a sacar sus cosas de la cómoda con el propósito de hacer su maleta.) ¿Para que me invitaste a tu boda? ¿Para ver lo chulo que te veías con Angélica? ¿Para cagarme con no sé qué tanta pendejada que atraviesa por tu cabeza?
VÍCTOR
Deja eso. (Le agarra el brazo con fuerza.) No te vayas.
DAVID
Pero… si me quieres madrear, me quieres matar, me quieres volver loco… no entiendo.
VÍCTOR
Haz un esfuerzo… (le acaricia el brazo) por comprender.
DAVID
Comprendo que no andas bien del cerebro.

VÍCTOR abraza a DAVID.

DAVID
Estás mal, Víctor.

VÍCTOR le besa la nuca a DAVID.

VÍCTOR
Entonces, ¿sí?
DAVID
¿Sí qué?
VÍCTOR
¿Ya no me quieres?
DAVID
Tú eres el que ya no me quiere.
VÍCTOR
Contesta mi pregunta.
DAVID
Sí… te quiero. ¿Y tú?
VÍCTOR
Yo, mucho. Y si tanto me quieres, ¿por qué no me lo cuentas?
DAVID
Otra vez la burra…
VÍCTOR
Tampoco me contestes así, güey.
DAVID
Oquey.
VÍCTOR
Entonces, ¿sí?
DAVID
Ajá… pero… no me abraces… tu brazo… no me deja respirar bien… agarra la onda, por favor…
VÍCTOR
Órale.

DAVID
Bueno, pero jura que me dejarás regresar a Monterrey.
VÍCTOR
Sí. Te lo juro, hombre, ya. (Se aparta de él.)
DAVID
Conste. (PAUSA breve.) En primera de cuentas, yo no sabía que el cuate que me siguió al baño era tu suegro, el papá de Angélica. Qué joven, ¿no?
VÍCTOR (malicioso)

Y carita, ¿verdad?
DAVID
N-no… Bueno, sí. Conservadón, más bien. Pero no me veas así. Tú fuiste quien dijo que está carita. (PAUSA breve) “Carita”… Esa palabra ya no se usa, ¿sabes? La usaba mucho mi mamá. “Fulano está carita”, o “Perengana tiene un novio cari/
VÍCTOR
Continúa.
DAVID
Fui al baño y… ps, me puse a mear.
VÍCTOR
En el mingitorio.
DAVID
Ajá. Entonces vi que entró tu suegro y…
VÍCTOR
Se puso a mear en el mingitorio de al lado.
DAVID
Ajá.
VÍCTOR
¿Luego?
DAVID

VÍCTOR
Vas a salir con que mejor no me cuentas nada.
DAVID
Es que… te vas a enojar otra vez.
VÍCTOR
Tú sigue; no pienses si me enojo o no.
DAVID

VÍCTOR
Te la mamó.
DAVID
¿Cómo crees?
VÍCTOR
Te la agarró.
DAVID
Por favor. Me dijo… “qué buena la tienes”.
VÍCTOR
¿Por qué no me cuentas la verdad? ¿Por qué no me dices que allí mismo te la sobó, te llevó luego a un cubículo donde te la mamó?
DAVID
No, pues/
VÍCTOR
¿Verdad que así pasó?
DAVID
No, pues no.
VÍCTOR
Que se muera mi madre si me equivoco.
DAVID
Pobre de ella, porque es falso lo que supones. (PAUSA breve.) ¿Y por qué tanta seguridad en afirmar que me la mamó? ¿Así fue como te ligó?
VÍCTOR
El de las preguntas soy yo, pendejo. No te quieras hacer el listo haciendo conjeturas chafas. Y ahora cuéntamelo tal y como sucedió, pinche David, o te olvidas para siempre de tu regreso a Monterrey.
DAVID (con voz entrecortada)
Ya te lo conté… te digo que me dijo que la tenía buena… y después… me entregó una tarjeta para que le llame…
VÍCTOR
Y le llamaste.
DAVID
No juegues, si me la acaba de entregar.
VÍCTOR
Pinche viejo.
DAVID
Y ya. ¿Satisfecho? Es todo.
VÍCTOR
Pero le piensas hablar.
DAVID
Ahora dame chance de irme.
VÍCTOR
Dime, ¿piensas llamarle?
DAVID
Víctor, por favor.
VÍCTOR
Es un ruco ojete, oportunista, utilitario. Lo que va a pasar, si le llamas, es lo siguiente: te va a invitar a cenar; luego, te llevará a su departamento, no a su casa, porque en esta vive con su familia; en su depa te pedirá que lo piques. Y seguirán viéndose y tú te vas a encular del güey. Pero él, ni madres. ¿Enamorarse?, sí, cómo no. Tú vas a terminar como su putita, confinado en un departamento jodido. Recapacita, David; no te conviene. Un hombre casado es de lo peor.
DAVID
Tú eres un hombre casado.

PAUSA

VÍCTOR
Sí, pero en mi caso es distinto, porque en primer lugar/
DAVID
No quiero escuchar la diferencia que hay entre tú y el arquitecto.
VÍCTOR
Ah… ¡qué bien conoces ya su profesión!
DAVID
Lo decía en su tarjeta. Ahora déjame terminar de preparar mi maleta si me haces el favor.
VÍCTOR
¿Y me vas a dejar así?
DAVID
¿Cómo así?
VÍCTOR
En ascuas; con el temor de que te llame.
DAVID
No le voy a hablar. Mira. (Rompe la tarjeta) Y te juro que no memoricé el teléfono. De veras. ¿Contento?

DAVID termina de hacer su maleta.

VÍCTOR
Me duele que te vayas.
DAVID (riendo forzadamente) ¿Y eso es una canción?
VÍCTOR
Hablo en serio, cabrón; no quisiera perderte… Te necesito. Mira, yo mañana salgo de luna de miel a Cancún, pero de regreso, me iré volando a Monterrey, y me quedaré contigo una o dos semanas o los días que tú quieras. ¿Sí, güey? Mírame, güey. Te estoy hablando, David. Nunca había hablado así. Mira, le diré al arquitecto que me dé esos días de licencia y cuando… ¿Por qué te ríes? No crees en lo que digo, ¿verdad? Vas a decir/
DAVID
Voy a decir una cosa muy importante si me prometes no enojarte.
VÍCTOR
¿Muy, muy importante?
DAVID
Ajá.
VÍCTOR
Bien, di.
DAVID
Eres un/
VÍCTOR
Puto. Eres un puto, vas a decir.
DAVID
No, esa palabra es tuya. El puto soy yo, dijiste. ¿Oquey? Lo que quiero decirte… ¡qué pendejo eres, mano!
VÍCTOR
Chinga tu madre.
DAVID
Dijiste que no te enojarías, ¿ya ves?
VÍCTOR
Oquey, sigue.
DAVID
Y te voy a decir por qué lo pendejo. Preferiste renunciar a tu vida para ascender a un puesto de mierda, casándote con la hija de tu jefe, ¿no es así, señor arquitecto?... Pues muchas felicidades, y jódete, güey. Ahí te ves.
VÍCTOR
Nunca me habías hablado así.
DAVID
Nunca te habías casado.

Se escucha el sonido de un claxon que viene de la calle. DAVID se asoma por la ventana.

VÍCTOR
¿Con quién te vas? (Se asoma por la ventana) Es el coche del arquitecto.
DAVID
Me va a dar un aventón.
VÍCTOR
Pero si acabas de decir que él/

Suena el teléfono. DAVID contesta.

DAVID
¿Bueno?... (Entusiasmado.) Sí, ya lo escuché. Ya voy de salida. En tres minutos estoy con usted. Sí… Sí, aquí está conmigo. (Le tiende el teléfono a VÍCTOR.) Tu suegro… quiere hablar contigo.
VÍCTOR
¿Bueno?... Sí, soy yo, arquitecto… Sí, no se preocupe, yo en este momento salgo al salón por Angélica… ¡Claro que le avisé; no salí huyendo!... Sí, lo traje al hotel porque se sentía mal. Usted sabe: la altura es diferente a la de Monterrey. Pero ya lo veo mejor… Sí, ya va para allá. Le encargo mucho a mi primo, arquitecto… Y gracias por el aventón. Je…

VÍCTOR cuelga el auricular. Avanza con ira hacia DAVID.

VÍCTOR
Me engañaste, güey. Me dijiste que no te la había agarrado.
DAVID
Y no me la agarró.
VÍCTOR
Que no había pasado nada entre tú y él.
DAVID
Así es. Aún no ha pasado nada.
VÍCTOR (avanzando hacia DAVID)
¡Ora sí te mato, cabrón!
DAVID
Tú me pones la mano encima y verás cómo te va (VÍCTOR se detiene): pierdes vieja y chamba, mínimo, güey. ¿Para qué te enojas, si todo queda en familia, qué no? Ya, ya, quita esa cara o echarás a perder tu fiesta. (PAUSA breve.) Fue un placer venir a tu boda. Chao. Felicidades, ese.

DAVID sale con maleta en mano. VÍCTOR se sienta en la silla. Luego se pone de pie y se dirige hacia la ventana para ver la partida de DAVID con el arquitecto. Se vuelve a sentar en la silla. Se pone de pie. Va hacia la ventana…

FIN


David Silva hizo un cine que ni al gobierno ni a la industria le gustaban: Rafael Aviña

“David Silva hizo un tipo de cine que ni al gobierno ni a la misma cinematografía mexicana les interesaba porque mostraba las lacras cotidianas de la sociedad”, comentó el escritor Rafael Aviña al presentar su libro David Silva, un campeón de mil rostros durante la quinta edición del Festival Francés, el sábado por la noche. La presentación se llevó a cabo ante poco más de 20 personas en el salón Navegantes del hotel El Cano y estuvo a cargo del escritor y director de escena, José Dimayuga. “David Silva se vuelve a momentos la encarnación del Distrito Federal, la encarnación del modo de ser chilango. Aviña nos hace el retrato de un actor y de un país”, leyó en su participación a la que tituló El David de Rafael. Entrevistado después de la presentación, el biógrafo dijo que el libro editado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y la Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM, forma parte de la colección Miradas en la oscuridad. “David Silva fue un actor insólito porque tomó muchas decisiones en su carrera y arriesgó mucho. En las últimas películas que hizo se arriesgó a trabajar con directores que en ese momento los consideraban locos, mariguanos, tipo Jorodowski o como Juan López Moctezuma”, narró. Pensó en lo que “habrán dicho sus compañeros: ‘¿por qué David haría ese tipo de papeles tan raros, tan extraños?’ incluso realizó algunas escenas que podrían parecer obscenas para la época. Él no tuvo miedo de hacer ese tipo de cosas, insistió mucho en el tipo de cine de serie B”. “David Silva fue un actor tan importante como un Pedro Armendáriz –sostuvo– como un Fernando Soler, un Tin Tan, sin embargo creo que no tuvo este reconocimiento por que no hizo mucho cine de prestigio. Tiene películas que se consideran realmente de culto y que se consideran de las mejores en la historia, no solamente del cine mexicano sino del cine mundial”, afirmó el crítico de cine del diario Reforma. Citó a "Campeón sin corona", "Una familia de tantas", "Espaldas mojadas" o "Los Fernández de Peralvillo". Reiteró que mucho de lo que hizo David Silva fue cine de bajo presupuesto que ni al gobierno ni a la misma cinematografía mexicana les interesaba por que mostraban las lacras cotidianas de la sociedad. “Al gobierno no le gustaba que se mostrara a los raterillos, a las prostitutas, a las mentes criminales, gente de los barrios bajos que afeaban a la ciudad de alguna manera. Hizo a todos esos personajes y lo hizo de manera extraordinaria. En ese sentido creo que vale la pena rescatar a David Silva más allá de los grandes papeles que interpretó en los filmes de Alejando Galindo, también tiene este tipo de películas de serie B, policiacas que para mi gusto son muy buenas. Ahora los veo a la distancia y digo que películas tan buenas”, opinó.
–En cuanto al contenido de las películas de la época del cine de oro mexicano y las de ahora ¿existe alguna diferencia?
–Hay una enorme diferencia. Quizá el contenido de las películas de ahora sea más críticos pero eso lo atribuyo a que vivimos en una situación más crítica. Quizá el cine que se hacía en los años 40 era más ingenuo porque se vivía en una ingenuidad más grande. La gran diferencia que encuentro con el cine de hoy es lo siguiente: lo que veíamos antes era un cine creíble, lo que vemos ahora nos cuesta trabajo creerlo. “El cine que se hace ahora es un cine más artificial, no nos mueve muchas emociones a menos que sea de una manera muy tramposa o muy efectista. El cine de antes era muy ingenuo pero muy honesto”, señaló Aviña. Mencionó que las películas de los 50 hablaban de la gente común y corriente, “la gente se veía reflejada en los personajes”. “Ahora casi todas las películas tienen los mismos diálogos, actúan los mismos actores. Antes veíamos al vecino reflejado en la pantalla y eso es algo importante, creo que eso es parte del fracaso del cine mexicano actual. Eso no significa que sea malo, pero sí en el sentido crítico del contenido haya más películas malas que buenas”, aseveró.
–¿Cuál es la herencia que dejaron las generaciones de la época del cine de oro mexicano al cine actual?–Por un lado trabajar en circunstancias realmente difíciles, porque ellos fueron los pioneros y los que crearon prácticamente de la nada, todo un imperio que en un momento llegó a ser el segundo lugar en ingresar divisas, después del petróleo; construyeron un imperio de sueños que sigue funcionando. Por otro lado está la herencia técnica en cuanto a manejo de actores, estilos de actuación, el nivel de la luz.“La fotografía con la presencia de fotógrafos como Gabriel Figueroa, Agustín Jiménez, Francisco Bojórquez, José Ortiz Ramos, Alex Phillis, Víctor Herrera que, aunque no tuvieron el mismo impacto que Figueroa, también dejaron una gran escuela”, aseguró.
En relación a la presentación en la que José Dimayuga hizo una breve narración en la que imaginaba a Rafael Aviña entrando a una sala de cine acompañado por sus padres comiendo una enorme bolsa de palomitas, comentó:“Quizá la única diferencia es que me gustaban más los muéganos, los gaznates y las tortas de frijol que me hacía mi madre para ir al cine. La verdad es que fue una presentación agradable y disfruté mucho. Me llamó la atención que hubiera tanto interés de los medios por este libro y por sabes quién es David Silva”, externó con un peculiar brillo en sus ojos y una enorme sonrisa en los labios.
–¿Por qué le interesa hacer biografías?–Al hacer una biografía fue como recuperar parte de mi misma infancia y parte de la época que me tocó vivir a mí también. Me interesa saber cómo es el México cotidiano de esa época. Para hacer este trabajo me basé en las películas y en el contexto cotidiano de la época. Conocer cómo eran los anuncios clasificados qué ponían en esa época, qué veían en la televisión, qué escuchaban en la radio, cuánto costaba comer en un restaurante de lujo o en una fondita, la entrada al cine, la ropa, los juguetes para los niños, todo eso es muy importante saberlo para mí.
Rafael Aviña anunció que presentará el libro ¿Y qué fue de Bonita Malacón?, de José Dimayuga, en el hotel Villa Vera, el próximo 11 de abril en Acapulco. En relación a la novela de José Dimayuga explicó que se trata de una novela atractiva porque tiene varias voces narrativas. “Son muchos personajes alrededor de un personaje central que es Bonita Malacón”, reveló. “Hay un personaje sensacional que es Pedro Isabel o Chabelis, un homosexual que de niño está obsesionado con el cine y que lo mandan a vender semillas al cine pero no vende nada porque se la pasa viendo las películas. Hay una secuencia muy padre donde aparece David Silva y se topa con Chabelis”, detalló. El actor de cine –continuó– llega a un pueblo que se llama Palma Gorda y el niño (Chabelis) le dice que es su admirador, le cuenta que es su admirador y que quiere que lo lleve consigo para que lo meta a trabajar en sus películas. “Se nota que José Dimayuga posee un gran conocimiento acerca del cine de esa época y sobre el cine de David Silva. Eso para mí fue muy atractivo. Al principio no entendí porqué querían que presentara el libro, pero me di cuenta que es por que la novela tiene mucho del cine”, dijo. Al final dijo que en la novela de Dimayuga hay drama, melodrama y suspenso. (Por Karla Galarce. Tomado de El Sur.)

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JOSÉ DIMAYUGA Y NUESTRA SEÑORA DE PALMA GORDA

Relato, y relato-de-relatos, relato-del-relatar, la novela de José Dimayuga ¿Y qué fue de Bonita Malacón?, narra el ocaso de una estrellita mexicana del cine churrero de los años digamos setenta-ochenta, en todo su impresentable kitsch, desde su pueblo nativo.
Pero sobre todo nos narra la sombra que esa estrellita y ese ocaso han dejado entre quienes la conocieron y admiraron. Hay un pueblerino admirador gay, que busca armarle todo un museo-decultura- e-identidad-regional en la extravagante casona de Bonita, llamada El Castillo (con muralla, almenas y atalaya, estatuas ya truncas en los jardines devastados y un delfinillo de mármol en la alberca seca, todo custodiado por los diligentes perrazos Palomo y Pinto), desde su “épica sordina” de cartones de cerveza y pozole verde (“Magnífico el pozole verde”, diría Rimbaud) en el Bar Chabelis, con adornos de sombrillas japonesas y muchas fotos de bellezas famosas. Sus enemigos opinan que más bien Chabelis busca instalar un burdel.
Están también sus amigas-enemigas de toda la vida, sus chismosas, envidiosas y maledicentes; su nana, su empleado, así como las refracciones que en éstos imprimieron otras personas y estrellas conectadas con Bonita. Incluso aparece por ahí un gatito místico en la cumbre de una parota.
Es la reconstrucción de un pasado y de un mito que también entreteje una educación sentimental provinciana todavía reciente; de modo que al buscar a Bonita Malacón, un telerreportero de espectáculos (más bien aprendiz de tal, que hace un trabajo escolar como examen profesional) también va buscando qué ha sido de cada uno de los integrantes de tan jocoso reparto de personajes.
En buena medida, Bonita Malacón fue lo más hermoso y memorable que les ocurrió a todos ellos. Una minuciosa corte de milagros comprometida en un minimalista carnaval de la realidad y la memoria. No pueden dejar de hablar de ella. Viven reciclando, desmenuzando sus aventuras. Se diría que su memoria de Bonita Malacón es más real que ellos.
José Dimayuga llega a esta preciosa novela después de más de veinte años de dramaturgo, cristalizados en unas doce comedias (Afectuosamente su comadre, País de sensibles, La última pasión de Antonio Garbo, Una mujer de tantas, Crónicas de amor y olvido en el Hotel Belmar, etcétera), lo que se revela en tres de las primeras virtudes que advierte el lector: 1) la teatralidad de la vida cotidiana, la vida que ahí no es tanto un mero sueño cuanto la comedia-de-un-sueño, divertidísima: la risa como musa suprema; 2) el hábil entramado de los episodios, donde a veces las quimeras de un Tennessee Williams juegan a los enredos de Lope de Vega o George Bernard Shaw, como toda la milagrería a que dan lugar unas simpaticonas crestas (“'Pues sí, son ellas', confirmó La Pelona”) y, 3) la jocunda, desaforada oralidad de los personajes que conversan, monologan, rumian, deforman la coloquial saga de Bonita Malacón, con una aptitud para encarnar el habla clasemediera mexicana, guerrerense, especialmente la femenina y la jotona, sin parangón en estos días. (Luis Zapata había diagnosticado en sus memorias cinematográficas —Souvenirs, souvenirs, en el volumen colectivo Triple función, Quimera, 2007— cierta decadencia actual de la conversación; pues bien, los personajes de Dimayuga desconocen gloriosamente tal decadencia.) (Por José Joaquín Blanco. Tomado de Nexos. Fotografía de Arquímides Espíritu.)