PERSONAJES
Ernesto
Perla
Ladrón
(Fragmento)
ESCENA II
PERLA ve la televisión; su malhumor cambia a una felicidad tímida cuando ve las imágenes en la pantalla. Luego, su expresión cambia por un llanto largo y silencioso. De pronto, entra por la ventana un ladrón, vestido de negro y con pasamontañas. Trae una pistola en la mano. Avanza con sigilo hacia PERLA y se para detrás de ELLA.
LADRON:
¡Esto es un asalto!
PERLA:
¡Hiiii!
LADRON:
¡No me regrese a ver!
PERLA:
N-no.
LADRON:
¡Póngase de pie!
PERLA:
Sí.
LADRON:
No, mejor siga sentada.
PERLA:
Sí.
LADRON:
No, mejor póngase de pie.
PERLA:
¡Oh, qué la canción!
LADRON:
No hable, guarde silencio. Avance hacia el comedor... sin regresarme a ver... y manténgase de espaldas a mí, ¿o key?...
PERLA:
O key.
LADRON:
¡Que no hable! No quiero un “sí” ni un “o key”... Manténgase así: callada y de espalda. Cualquier movimiento extraño podría costarle la vida. (Busca algo encima y debajo del sofá; luego, sobre y detrás de la televisión) ¿Dónde está el control remoto?
PERLA levanta los hombros.
LADRON:
¿Cómo que no sabe? No me vaya a salir con que su televisión no tiene control remoto porque eso también le puede costar muy caro. Por última vez: ¿dónde está su control remoto?
PERLA, apretando la boca, señala el baño.
LADRON:
Pues vaya por él, y cuidadito con que se me quiera escapar o gritar para pedir auxilio, ¿eh?
PERLA va al baño. El LADRON se dirige hacia la TV y oprime un botón; luego otro; después le da fuertes palmadas en uno de los costados. PERLA sale del baño y se para detrás del LADRON; le pone el control remoto en el hombro de aquel. Creyendo que se trata de un arma, el LADRON levanta las manos.
PERLA:
Es el control remoto.
LADRON:
Avíseme, caray.
PERLA:
Usted me ordenó que no hablara.
LADRON:
¿No le funciona el color a su televisión?
PERLA:
¿Entonces sí puedo hablar? Conste. El color le falla un poco; aunque la película de ahorita es en blanco y negro.
LADRON:
Meta la televisión en esta bolsa.
PERLA:
No me diga que se la va a llevar.
LADRON:
No me diga que no se ha dado cuenta de que soy un ladrón.
PERLA:
De plano, hoy me levanté con el pie izquierdo. Mire, no puede hacerme esto justamente hoy... Es que... ¿Sabe? Orita viene la escena que más me gusta... ¿Me permite verla y en cuanto termine la guardo en su costal?
LADRON:
¿Con quién cree que está hablando?
PERLA:
Se lo suplico. Déjeme verla para que, al menos, cuente con algo bueno el día de hoy.
LADRON (después de pensarlo un poco):
O key. Nomás no quiera chutarse toda la película porque no tengo su tiempo.
PERLA se sienta en el sofá y ve la televisión. Se escucha el número musical de canciones infantiles que Pedro Infante y Silvia Pinal interpretan en la película “El Inocente”. PERLA ríe de tanto en tanto. El LADRON sale por puerta de la cocina; luego, entra, molesto.
LADRON:
No la friegue, caray; no tiene ni siquiera un rábano en su refrigerador. Con razón está reflaca.
PERLA:
¡Ssshh!
LADRON:
Es que traigo un hambre de perro.
PERLA:
Guarde silencio sólo un minutito, por favor.
LADRON:
Chale, a poco no la ha visto. Esa se llama “El Inocente”, yo la tengo en video, si quiere se la presto.
El LADRON se sienta junto a PERLA.
LADRON:
Qué chula estaba la Pinal...
PERLA y EL LADRON terminan de ver el número musical. Los ojos de ella se le ven humedecidos; apaga la televisión.
PERLA (con voz entrecortada):
Ahora sí, ya puede llevársela.
PERLA coge la bolsa con el propósito de meter la televisión.
LADRON:
Me apena dejarla sin su televisión, pero... a mi abuelita se le descompuso la suya y, pues, usted sabe, están recaras. Si no le llevo una, se me deprime; está acostumbrada a ver su noticiero de la mañana. Ya ve cómo son las abuelitas, ¿no? Y mire lo que son las cosas: ahora la triste es usted.
PERLA:
Ay, no, ni se preocupe; ya tengo la cara así. Puede llevarse todo; es más, puede cargar hasta con la cama y el sofá si quiere. A mí lo que me hizo llorar fue... la película de Pedro Infante.
JOSEFINA:
Pero, ¿por qué?, si es la parte más chistosa.
PERLA:
No sé, fíjese que la he visto como cinco veces y justamente en esa parte cuando él canta borracho y feliz con Silvia Pinal, se me ruedan las lágrimas.
LADRON:
¿Por qué será?
PERLA levanta los hombros.
LADRON:
Será que usted es de lágrima fácil.
PERLA (riendo desganada):
No, pues sí. De lágrima fácil.
LADRON (refiriéndose al argumento de la película):
Creo que después de esa noche, los papás de ella los casan a güevo, ¿no?
PERLA:
Sí.
LADRON:
Y Pedro Infante se enoja porque ella lo desprecia. Él se llama Cruci; y ella, Mané.
PERLA:
Sí.
ERNESTO:
¿Ya ve que sí la conozco? Es que, ¿le digo una cosa? Tengo todas las películas de Pedro Infante.
PERLA (riendo):
No me diga.
LADRON:
Por mi abuelita, ¿sabe? Es refanática del Pedro Infante hasta la exageración. No me va a creer: el día en que Pedro cumple el año de muerto, ella y mi tío Bulmaro le rezan un rosario completo. De tanto ver sus películas hasta me sé de memoria sus canciones. ¿Quiere que le cante una?
PERLA (riendo):
Ay, no, tampoco.
LADRON:
Me da pena que no pueda ver completa la película, pero...
PERLA:
Ya le dije que la he visto cinco veces. Le advierto que la tele no funciona bien; así que cuando la imagen adquiera un anaranjado oscuro, con tres golpes fuertes que le dé en la parte de arriba, recupera inmediatamente sus colores.
LADRON:
Ay, ca..., a ver si no se me olvida.
EL LADRON iba a terminar de embolsar la TV cuando, sin fijarse, derriba una jícara con canicas que estaba sobre la mesita de centro. Las canicas ruedan por el piso.
LADRON:
¡Qué güey!
PERLA (arrodillándose en el piso):
Yo las levanto. Son de las damas chinas.
LADRON:
No me di cuenta, caray. Déjeme ayudarle. Oiga, ese juego de las damas chinas es de la prehistoria, ¿no?
PERLA enciende la luz. Recogen las canicas. De pronto, el LADRON observa con sorpresa a PERLA.
LADRON (con asombro):
Cucaracha.
PERLA se incorpora y se cubre el pecho con las manos.
PERLA (grave):
¿Cómo dijo?
LADRON:
No, nada.
PERLA:
¿Cómo que nada?
LADRON:
¿Cuándo?
PERLA:
Ahora. ¡Hace un ratito!
LADRON:
No me acuerdo.
PERLA:
¿Cómo que “no me acuerdo”? No se haga el inocente que a usted no le queda.
LADRON:
Bueno, sí. Dije: cucaracha. Oiga, pero no se enoje.
PERLA:
Usted sabe perfectamente por qué me alteró que me llamara así, ¿verdad?
LADRON:
No. Bueno, sí.
PERLA:
Así me apodaban cuando estudiaba en la secundaria; por el lunar que tengo en el pecho.
LADRON:
Yo lo sé.
PERLA:
¿Y por qué lo sabe?... ¿Quién es usted?
LADRON:
Un ratero.
PERLA:
¡Por supuesto que es un ratero! ¿Pero quién se esconde detrás de esa máscara y desde cuándo me está espiando?
LADRON:
Desde nunca. Por pura casualidad entré aquí y por pura casualidad me encontré con usted. Soy amante de lo ajeno y como tal déjeme actuar. (Echándose el costal al hombro) Así que compermiso.
PERLA:
Usted no sale de aquí hasta que no me diga quién es.
LADRON:
Soy un ladrón y punto.
PERLA:
Pero cómo se llama, quién es, porque estoy segura de que usted me conoce.
LADRON:
Regla número uno, señora: un ladrón jamás debe revelar su identidad. De hacerlo, sería como traicionarse a sí mismo y al gremio entero.
PERLA:
Ese argumento chafa ahorita no vale. (Se lleva la mano a la frente y respira profundo: trata de calmarse. Le quita la bolsa al LADRON) Deje a un lado esto; sentémonos, y escuche lo que le propongo: Podrá llevarse todo, todito lo que quiera de esta casa, pero dígame quién es usted. Le prometo que no moveré un solo dedo para denunciarlo. Incluso, mire, le doy mis dos tarjetas con todo y mis números confidenciales.
LADRON (riendo):
A poco tiene tarjetas. Chale. No tiene ni siquiera tortillas en el refri, pero sí tarjetas. Qué cosas pasan en este país, jijos...
PERLA:
Claro que no hallará grandes cantidades; pero de que se va a llevar una lana, se la va a llevar. ¿Tiene una pluma? (El LADRON le da un bolígrafo.) Gracias. (PERLA anota en una servilleta sus números confidenciales) No me tardo, voy por mis tarjetas.
PERLA sale apresurada por la puerta de la recámara.
LADRON:
Yo nomás vine por la televisión, Cucarachita.
PERLA regresa y le entrega la servilleta y el par de tarjetas.
PERLA:
Aquí tiene.
LADRON:
Chale. Hace que me sienta como una vil piruja: usted me paga y yo le presto, ¿no?
PERLA:
Nada de eso.
LADRON:
Tome sus plásticos (se las devuelve). Yo no estoy en venta. Le voy a revelar mi secreto de a oquis. Yo soy nada más ni nada menos que...
EL LADRON estaba a punto de quitarse el pasamontañas, pero PERLA le detiene la mano.
PERLA:
¡No!
LADRON:
Oiga, no grite. Me espantó.
PERLA:
Es que... Eh… ¿Puedo adivinar?
LADRON:
Qué cosa.
PERLA:
Sí, mire: yo le hago preguntas y usted sólo contesta “sí” o “no” hasta que yo consiga adivinar quién es.
LADRON:
Va. No has cambiado nada, Cucaracha, sigues igual de ocurrente.
PERLA:
Pero si adivino su identidad, no se llevará la tele.
LADRON:
Y que mi abuela me dé una tunda de paraguazos, ¿no?
PERLA:
Castigos son castigos.
LADRON:Cómo eres perversa, Cucaracha.
PERLA ve la televisión; su malhumor cambia a una felicidad tímida cuando ve las imágenes en la pantalla. Luego, su expresión cambia por un llanto largo y silencioso. De pronto, entra por la ventana un ladrón, vestido de negro y con pasamontañas. Trae una pistola en la mano. Avanza con sigilo hacia PERLA y se para detrás de ELLA.
LADRON:
¡Esto es un asalto!
PERLA:
¡Hiiii!
LADRON:
¡No me regrese a ver!
PERLA:
N-no.
LADRON:
¡Póngase de pie!
PERLA:
Sí.
LADRON:
No, mejor siga sentada.
PERLA:
Sí.
LADRON:
No, mejor póngase de pie.
PERLA:
¡Oh, qué la canción!
LADRON:
No hable, guarde silencio. Avance hacia el comedor... sin regresarme a ver... y manténgase de espaldas a mí, ¿o key?...
PERLA:
O key.
LADRON:
¡Que no hable! No quiero un “sí” ni un “o key”... Manténgase así: callada y de espalda. Cualquier movimiento extraño podría costarle la vida. (Busca algo encima y debajo del sofá; luego, sobre y detrás de la televisión) ¿Dónde está el control remoto?
PERLA levanta los hombros.
LADRON:
¿Cómo que no sabe? No me vaya a salir con que su televisión no tiene control remoto porque eso también le puede costar muy caro. Por última vez: ¿dónde está su control remoto?
PERLA, apretando la boca, señala el baño.
LADRON:
Pues vaya por él, y cuidadito con que se me quiera escapar o gritar para pedir auxilio, ¿eh?
PERLA va al baño. El LADRON se dirige hacia la TV y oprime un botón; luego otro; después le da fuertes palmadas en uno de los costados. PERLA sale del baño y se para detrás del LADRON; le pone el control remoto en el hombro de aquel. Creyendo que se trata de un arma, el LADRON levanta las manos.
PERLA:
Es el control remoto.
LADRON:
Avíseme, caray.
PERLA:
Usted me ordenó que no hablara.
LADRON:
¿No le funciona el color a su televisión?
PERLA:
¿Entonces sí puedo hablar? Conste. El color le falla un poco; aunque la película de ahorita es en blanco y negro.
LADRON:
Meta la televisión en esta bolsa.
PERLA:
No me diga que se la va a llevar.
LADRON:
No me diga que no se ha dado cuenta de que soy un ladrón.
PERLA:
De plano, hoy me levanté con el pie izquierdo. Mire, no puede hacerme esto justamente hoy... Es que... ¿Sabe? Orita viene la escena que más me gusta... ¿Me permite verla y en cuanto termine la guardo en su costal?
LADRON:
¿Con quién cree que está hablando?
PERLA:
Se lo suplico. Déjeme verla para que, al menos, cuente con algo bueno el día de hoy.
LADRON (después de pensarlo un poco):
O key. Nomás no quiera chutarse toda la película porque no tengo su tiempo.
PERLA se sienta en el sofá y ve la televisión. Se escucha el número musical de canciones infantiles que Pedro Infante y Silvia Pinal interpretan en la película “El Inocente”. PERLA ríe de tanto en tanto. El LADRON sale por puerta de la cocina; luego, entra, molesto.
LADRON:
No la friegue, caray; no tiene ni siquiera un rábano en su refrigerador. Con razón está reflaca.
PERLA:
¡Ssshh!
LADRON:
Es que traigo un hambre de perro.
PERLA:
Guarde silencio sólo un minutito, por favor.
LADRON:
Chale, a poco no la ha visto. Esa se llama “El Inocente”, yo la tengo en video, si quiere se la presto.
El LADRON se sienta junto a PERLA.
LADRON:
Qué chula estaba la Pinal...
PERLA y EL LADRON terminan de ver el número musical. Los ojos de ella se le ven humedecidos; apaga la televisión.
PERLA (con voz entrecortada):
Ahora sí, ya puede llevársela.
PERLA coge la bolsa con el propósito de meter la televisión.
LADRON:
Me apena dejarla sin su televisión, pero... a mi abuelita se le descompuso la suya y, pues, usted sabe, están recaras. Si no le llevo una, se me deprime; está acostumbrada a ver su noticiero de la mañana. Ya ve cómo son las abuelitas, ¿no? Y mire lo que son las cosas: ahora la triste es usted.
PERLA:
Ay, no, ni se preocupe; ya tengo la cara así. Puede llevarse todo; es más, puede cargar hasta con la cama y el sofá si quiere. A mí lo que me hizo llorar fue... la película de Pedro Infante.
JOSEFINA:
Pero, ¿por qué?, si es la parte más chistosa.
PERLA:
No sé, fíjese que la he visto como cinco veces y justamente en esa parte cuando él canta borracho y feliz con Silvia Pinal, se me ruedan las lágrimas.
LADRON:
¿Por qué será?
PERLA levanta los hombros.
LADRON:
Será que usted es de lágrima fácil.
PERLA (riendo desganada):
No, pues sí. De lágrima fácil.
LADRON (refiriéndose al argumento de la película):
Creo que después de esa noche, los papás de ella los casan a güevo, ¿no?
PERLA:
Sí.
LADRON:
Y Pedro Infante se enoja porque ella lo desprecia. Él se llama Cruci; y ella, Mané.
PERLA:
Sí.
ERNESTO:
¿Ya ve que sí la conozco? Es que, ¿le digo una cosa? Tengo todas las películas de Pedro Infante.
PERLA (riendo):
No me diga.
LADRON:
Por mi abuelita, ¿sabe? Es refanática del Pedro Infante hasta la exageración. No me va a creer: el día en que Pedro cumple el año de muerto, ella y mi tío Bulmaro le rezan un rosario completo. De tanto ver sus películas hasta me sé de memoria sus canciones. ¿Quiere que le cante una?
PERLA (riendo):
Ay, no, tampoco.
LADRON:
Me da pena que no pueda ver completa la película, pero...
PERLA:
Ya le dije que la he visto cinco veces. Le advierto que la tele no funciona bien; así que cuando la imagen adquiera un anaranjado oscuro, con tres golpes fuertes que le dé en la parte de arriba, recupera inmediatamente sus colores.
LADRON:
Ay, ca..., a ver si no se me olvida.
EL LADRON iba a terminar de embolsar la TV cuando, sin fijarse, derriba una jícara con canicas que estaba sobre la mesita de centro. Las canicas ruedan por el piso.
LADRON:
¡Qué güey!
PERLA (arrodillándose en el piso):
Yo las levanto. Son de las damas chinas.
LADRON:
No me di cuenta, caray. Déjeme ayudarle. Oiga, ese juego de las damas chinas es de la prehistoria, ¿no?
PERLA enciende la luz. Recogen las canicas. De pronto, el LADRON observa con sorpresa a PERLA.
LADRON (con asombro):
Cucaracha.
PERLA se incorpora y se cubre el pecho con las manos.
PERLA (grave):
¿Cómo dijo?
LADRON:
No, nada.
PERLA:
¿Cómo que nada?
LADRON:
¿Cuándo?
PERLA:
Ahora. ¡Hace un ratito!
LADRON:
No me acuerdo.
PERLA:
¿Cómo que “no me acuerdo”? No se haga el inocente que a usted no le queda.
LADRON:
Bueno, sí. Dije: cucaracha. Oiga, pero no se enoje.
PERLA:
Usted sabe perfectamente por qué me alteró que me llamara así, ¿verdad?
LADRON:
No. Bueno, sí.
PERLA:
Así me apodaban cuando estudiaba en la secundaria; por el lunar que tengo en el pecho.
LADRON:
Yo lo sé.
PERLA:
¿Y por qué lo sabe?... ¿Quién es usted?
LADRON:
Un ratero.
PERLA:
¡Por supuesto que es un ratero! ¿Pero quién se esconde detrás de esa máscara y desde cuándo me está espiando?
LADRON:
Desde nunca. Por pura casualidad entré aquí y por pura casualidad me encontré con usted. Soy amante de lo ajeno y como tal déjeme actuar. (Echándose el costal al hombro) Así que compermiso.
PERLA:
Usted no sale de aquí hasta que no me diga quién es.
LADRON:
Soy un ladrón y punto.
PERLA:
Pero cómo se llama, quién es, porque estoy segura de que usted me conoce.
LADRON:
Regla número uno, señora: un ladrón jamás debe revelar su identidad. De hacerlo, sería como traicionarse a sí mismo y al gremio entero.
PERLA:
Ese argumento chafa ahorita no vale. (Se lleva la mano a la frente y respira profundo: trata de calmarse. Le quita la bolsa al LADRON) Deje a un lado esto; sentémonos, y escuche lo que le propongo: Podrá llevarse todo, todito lo que quiera de esta casa, pero dígame quién es usted. Le prometo que no moveré un solo dedo para denunciarlo. Incluso, mire, le doy mis dos tarjetas con todo y mis números confidenciales.
LADRON (riendo):
A poco tiene tarjetas. Chale. No tiene ni siquiera tortillas en el refri, pero sí tarjetas. Qué cosas pasan en este país, jijos...
PERLA:
Claro que no hallará grandes cantidades; pero de que se va a llevar una lana, se la va a llevar. ¿Tiene una pluma? (El LADRON le da un bolígrafo.) Gracias. (PERLA anota en una servilleta sus números confidenciales) No me tardo, voy por mis tarjetas.
PERLA sale apresurada por la puerta de la recámara.
LADRON:
Yo nomás vine por la televisión, Cucarachita.
PERLA regresa y le entrega la servilleta y el par de tarjetas.
PERLA:
Aquí tiene.
LADRON:
Chale. Hace que me sienta como una vil piruja: usted me paga y yo le presto, ¿no?
PERLA:
Nada de eso.
LADRON:
Tome sus plásticos (se las devuelve). Yo no estoy en venta. Le voy a revelar mi secreto de a oquis. Yo soy nada más ni nada menos que...
EL LADRON estaba a punto de quitarse el pasamontañas, pero PERLA le detiene la mano.
PERLA:
¡No!
LADRON:
Oiga, no grite. Me espantó.
PERLA:
Es que... Eh… ¿Puedo adivinar?
LADRON:
Qué cosa.
PERLA:
Sí, mire: yo le hago preguntas y usted sólo contesta “sí” o “no” hasta que yo consiga adivinar quién es.
LADRON:
Va. No has cambiado nada, Cucaracha, sigues igual de ocurrente.
PERLA:
Pero si adivino su identidad, no se llevará la tele.
LADRON:
Y que mi abuela me dé una tunda de paraguazos, ¿no?
PERLA:
Castigos son castigos.
LADRON:Cómo eres perversa, Cucaracha.
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