EL JARABE DE LA MADRECITA
PARA QUE NO LO OLVIDE
DOS PASTILLAS DE "UBICATEX"

LAS PAUSAS CONCRETAS
Cosas de miedo
Ora que se acerca el día de muertos, me acordé de dos miedos grandes que tuve en la infancia a causa de ese otro mundo desconocido, el mundo de los muertos y chaneques.1. Era de noche. Yo tendría siete años cuando mi mamá apagó la luz de la tienda, en Tierra Colorada. Oí su voz que me decía: “José, apúrate.” Vi todo oscuro y me encaminé a tientas por el pasillo que conducía a la salida. En el trayecto, de pronto vi a un niño, totalmente desnudo y de su piel manaba una luz fuerte. Él sonreía; abrió los brazos, porque su intención era estrecharme, y me asusté. Cerré los ojos; avancé más aprisa hacia la salida. Cuando me reuní con mi mamá, no le conté nada. No me iba a creer. “¡Te tardaste horas!”, me regañó. Y mi impresión era que había salido muy rápido.
2. Mi dormitorio era un catre que yo extendía junto a la estufa. Mi hermana Mirna y Tomasa, la sirvienta, dormían en una habitación. Yo andaba en los nueve años de edad. Ya me encontraba acostado cuando Tomasa y Mirna entraron a la cocina. Mirna me cogió del brazo, y dijo: “José, levántate porque vamos a bendecir tu cama.” Me puse de pie. Tomasa, mientras lanzaba chisguetes de agua bendita sobre y alrededor de mi cama, me contó que a la vecina Doña Mary, cuando planchaba la ropa, el diablo se le montó en los hombros. Ella, al verse con el diablo encaramado, le gritó a su marido: “¡Toño, ayúdame!” Don Toño acudió a ella y como vio que gritaba enloquecida, él preguntó. “¿Por qué tanto grito, mujer?” Ella contestó: “¡Quítamelo de encima, por el amor de Dios, quítamelo, Toño!” Él preguntó: “¿Cuál, qué cosa?” “¡A Satanás, quítamelo por el amor de Dios!” Don Toño le recorrió el cuerpo con la mirada, y dijo: “¡No te veo nada, mujer!” Doña Mary ahora lloraba: “¡Te digo que lo tengo aquí montado, ayúdameeee!”
Después que bendicieron mi cama, Mirna y Tomasa se fueron. Yo me quedé temblando de puritito terror.
Por si fueran pocos estos sustos, me iba al cine a chutarme películas de miedo. Todas las películas de luchadores me daban miedo, pues todos los luchadores peleaban contra el mal encarnado en monstruos, diablos, vampiros y marcianos. Asimismo, recuerdo pelis que no eran de luchadores sino de ciencia ficción, como aquella de La mosca en la que un científico, por andar experimentando con sustancias altamente peligrosas, mezcló su composición genética con la de un insecto y se convirtió, a lo largo de la peli, en una espantosa mosca que acabaría en las garras de una araña. Recuerdo El pozo, con Sonia Furió y Luis Aguilar. Los dos tienen un hijo. Y de buenas a primeras Sonia Furió avienta al chamaquito a la profundidad de un pozo de agua. Luis Aguilar desciende para rescatarlo y para salir de él estuvo en chino porque la Furió, presa de una furia maniática, les arrojaba piedrotas para que no pudieran salir. Otra peli fue la de unos niños que amenazaban con exterminar el mundo; estos niños eran alienígenas. Ellos no hablaban; eran como muditos, se comunicaban entre sí con la mirada; sus ojos manaban una luz tan intensa que parecían ciegos. Los adultos ya no sabían ni qué hacer para eliminar a los chamacos.
Una vez vi una peli que me asustó y gustó al mismo tiempo. Y como mi mamá me había dicho que cuando yo viera una película simpática se lo comunicara, pues eso fue lo que hice. En cuanto llegué a casa, le dije que no se perdiera la peli que estaban exhibiendo en el cine Tierra Colorada, que seguramente le iba a gustar harto. Hizo caso a mi recomendación. Al otro día, me pidió que la acompañara. Cerramos la tienda a buena hora y nos fuimos bien peinados a la función de las seis. La película se llama El libro de piedra. De tanto en tanto, yo regresaba a ver a mi mamá para ver cuál era su reacción. Vi que, a veces, abría desorbitadamente los ojos; otras, se tronaba los dedos o, de plano, soltaba una exclamación de azoro. Yo pensaba: “Le está encantando la película, qué bueno que la traje.” Pero no fue así. Cuando nos dirigíamos a casa, ¡me ha puesto una regañiza! Apenas habíamos salido del cine cuando le pregunté:
- ¿Le gustó la película, ‘Amá?
Y ella que me dice con voz golpeada:
- ¿Por qué me traes a ver una película de susto? Ya te he dicho que me gustan las películas de Libertad Lamarque o Pedro Infante. ¡Y tú me traes a ver esto! ¿En qué cabeza cabe que voy a pagar sólo para que me estén espantando durante dos horas? Dime, ¿tiene algún chiste? ¿Verdad que no?
- Es que yo pensé que/
- ¡Nada de “es que yo pensé”! Allí me tienes de mensonota cerrando la tienda para venir a ver esta cochinada. ¡Ay, pero la culpa la tengo yo por hacerte caso!
Nunca más volvió a poner un pie mi mamá en el cine. Ella cuenta que dejó de ir cuando en plena función le resultó un fuerte dolor en los riñones. Pero yo pienso que fue el puritito miedo la que la mantuvo alejada del séptimo arte.
Cuentos para entristecer al payaso
FANTASMAS
Los fantasmas no me asustan; quizá porque desde chiquito mi mamá me decía que más miedo hay que tenerles a los vivos que a los muertos. He visto muchos, en casa propia y en la ajena. No es que me las quiera dar de médium, ni mucho menos fabricarme un aura de misterio, para nada; pero quiero que sepan que apenas entro a una casa e inmediatamente sé si está poblada de ellos o no. Y en el depa de Corina y Paquita no hay fantasmas; fue lo que a ellas les dije. Estas dos amigas se acaban de instalar y dicen que perciben una vibra rara. No contentas con mi conclusión, le exigieron a Ximena, su vecina, que les contara la historia de horror que tenía el departamento que acababan de ocupar y en el que nos encontrábamos comiendo unos ricos chiles en nogada que cocinó Corina. Ximena dijo: “¿Cuál historia de horror? Más bien es una historia bastante repulsiva, pero se las contaré después que nos acabemos de comer estos maravillosos chiles.” “Aquí mataron a alguien, ¿verdad?” Preguntó Paquita. “Tampoco”, contestó Ximena. Corina dijo que sospechaba que había un fantasma, puesto que en el depa de Juan Manuel y Güicho, que se encuentra arriba del que estábamos, había uno. “En efecto, había uno”, dije “y a mí me consta, porque lo vi.” Y como mostraran interés de más, les referí la siguiente historia:“¿Por qué diablos nos cuentas esto, Ximena?”, reclamó Paquita. “¿Por qué diablos me lo preguntaste?”, contestó Ximena. “Tengo ganas de vomitar”, dijo Corina, y se fue al baño. A mí también me dio asquito la historia de Vincent y me fui después de tratar de cambiar, infructuosamente, el tema de la plática.
Yo hubiera preferido una historia de fantasmas; y no la historia de un francés cagón.
El miedo del vampiro
Para Angelina Martín del CampoHace treinta años, entré a una librería que se encontraba en la glorieta del metro Insurgentes. En un estante, atiborrado de libros, vi El Vampiro de la colonia Roma. “¿Será que hay vampiros en la colonia Roma?”, pensé. Lo agarré, lo abrí y descubrí que la prosa no tenía puntuación; leí dos páginas al azar y me enganchó; me enganchó lo sabroso del lenguaje del personaje principal, Adonis García; de tal modo que fui a casa por dinero, regresé a la librería para comprarlo y hacer de El Vampiro mi lectura de vacaciones invernales.
El libro lo comencé a leer en el interior del camión Estrella de Oro; y pude haberlo terminado en el trayecto a Tierra Colorada, pero mi pudor me lo impidió. Más bien me sentí paranoico; sobre todo cuando leí las escenas candentes, aquellas en las que Adonis García comienza a coger con personajes de su mismo sexo; temí que mis vecinos de viaje se dieran cuenta de lo que estaba leyendo. Cerré de sopetón el libro. “Ah, caray. No pensé que el libro fuera así.” Reanudé la lectura cuando me encontré solo en mi recámara de Tierra Colorada. Sin embargo, al retomarla, descubrí que mi gozo era tanto que volví a cerrarlo; no quería que se acabaran las aventuras de Adonis García.
No me despegué en ningún momento del libro. Lo traía bajo el brazo a lo largo y ancho de la casa; bajaba a la tienda de mis padres, y allí me ponía a leerlo siempre y cuando no hubiera clientela, o que mi papá y mi mamá estuvieran cerca. No me fueran a regañar o qué sé yo. Recuerdo que Juan Carlos Villamares, un amigo del pueblo, entró a la tienda a saludarme. Platicamos un rato. Y, en un momento que me alejé para atender a un cliente, tomó el libro que dejé sobre el mostrador y leyó unas páginas al azar. Cuando me reuní con él, dijo: “¡Ah, pillín, no sabía que te gustara leer estas cosas!” Yo me puse rojo. No hablamos del asunto. Me sentí como si me hubiera sorprendido en un acto ilícito.
El encuentro se dio de esta manera: En 1980, era febrero o marzo, asistí a una batucada brasileña en el edificio del Club de periodistas, en la ciudad de México. El patio estaba repleto de jóvenes que brincaban como poseídos al ritmo de una samba. Entre la multitud vi, a mi lado, a Luis Zapata. Estaba de pie a mi izquierda, traía la misma chamarra con que aparecía en el libro, y observaba, con cigarro en mano, a los danzantes. Me dirigí a él. Con cierto temor, le dije: “Tú eres Luis Zapata, ¿verdad?” Me miró con desconfianza, y dijo: “Sí.” Le dije: “Leí tu libro; me gustó mucho. Este… Eres de Chilpancingo, ¿verdad? Yo… Yo soy de Tierra Colorada.” Él, ahora sin regresarme a ver, sólo dijo: “Ah, qué bien. Nos vemos.” Y se fue, dejándome en medio de la algarabía de la gente y el ruidazal de los tambores. Ése fue el diálogo entre el escritor y su lector. Diez años después, cuando ya éramos cuates, le reclamé que por qué había sido tan grosero con su fan. Él dijo: “Ay, Chacho, es que no sabes el gripón que traía. Además, el éxito de El Vampiro no creas que me hacía gracia. Tenía miedo de que me fueran a agredir.” Y Luis tenía razón. Hubo librerías que vetaron la venta de El Vampiro por “pornográfico”. Un sacerdote de no sé qué pueblo lo mandó a quemar. Algunos escritores famosos, secundados por críticos literarios, aseguraban que El Vampiro de la colonia Roma no era literatura. Con esto, de seguro Luis se imaginaba que un loco representante del orden y las buenas costumbres lo treparía al cadalso.
***
“Tenía miedo de que me fueran a agredir”, había dicho Luis. Adonis García también temía que lo fueran a golpear. Todos los gays de entonces temíamos a ser agredidos. Escuchemos una cita de Adonis cuando habla de este temor.
Los gay en los años setenta alucinábamos mucho a la policía; a la policía de uniforme o disfrazada de compañero de trabajo, de padre de familia o vecino. Y no era casual. Había razzias en las fiestas, castigos en casa, risitas de escarnio en el trabajo. Dentro de este contexto de agresión permanente, alguien que escribiera desinhibida y alegremente sobre la sexualidad gay, pues podría ganarse, mínimo, algún comentario violento. Afortunadamente, a Luis nunca se le presentó la tira ni algún loco le lanzó la primera piedra. Con miedo y todo, posicionó, en la literatura mexicana, al personaje homosexual que practica su sexualidad con desparpajo y gozo. Un homosexual sin sentimiento de culpa ni pecado, un personaje que desenmascaraba la doble moral de la sociedad machina de los setenta. Además, con la novela, Luis se nos reveló como un escritor que asumía la literatura como un acto rebelde, arrojado, ganoso de sacudir los contenidos y formas que hasta entonces predominaban.
Los que conocemos a Luis Zapata, nos sabemos de sobra la lista larga de sus fobias. Una de ellas son: a las alturas, a los aviones, las películas de horror, los ratones, me imagino que a los murciélagos también, puesto que son como ratoncitos con alas, a los temblores y a los vampiros del cine; miedo a publicar sus libros, al reconocimiento, etcétera. Pero, paradójicamente, ha sido de una valentía digna de aplauso.
Acaso el miedo es el disfraz del guerrero.
Mis amigos del Facebook
Soy un ingenuo. Soy de las personas que se cree a pie juntillas todo lo que le aseguran de palabra o por escrito. Si alguno me dice “Te quiero”, soy capaz de dar las nalgas por ese alguien. Si otro afirma que me brinda su amistad, ya me siento querido. Así pues, si el Facebook asegura que tengo 210 “amigos” me lo creo; pienso que eso me da autoridad para saludar a mis amigos facebookeros cada vez que me los topo y estoy creído que me contestarán con entusiasmo, pues siempre da gusto encontrarse a un cuate, ¿verdad? Mas no es así. Me ha pasado que cuando los saludo, me tuercen la boca y la cara cual almeja con un chorrito de limón. Un ejemplo: hace un mes, en El Marrakech , saludé a Equis, no es su nombre este pero así lo mencionaré para evitar problemas. Le dije: “Hola Equis, tú y yo somos amigos.” Equis me miró de pies a cabeza, y dijo: “No lo sé.” Dio media vuelta, y se retiró con cara de susto. Me sentí tan mal que tuve la idea de, en cuanto llegara a casa, eliminarlo de mis “amigos”. Pero al conectarme al Face, encontré un recadito cariñoso de Equis que decía: “Efectivamente, somos amigos del face. Je. Un abrazo.”Este último sábado, en el mismo Marra vi a otro de mis “amigos.” Le comenté, emocionado, a José Luis: “Mira, aquel güero es mi amigo, se llama Ye (así lo mencionaré para no meterme en broncas). Deja lo saludo.” Y allá voy a saludarlo; le dije: “Hola Ye, tú y yo somos amigos del Face, ¿verdad?” Él, muy serio, más bien emputadísimo, contestó: “Si tú lo dices.” Entonces, le dije: “Perdona mi imprudencia, Ye. Ahora confirmo que un amigo del Face no es necesariamente un amigo en la vida real.” “Exacto”, dijo él, más emputado aún. Como él no mostró ganas de conversar y yo no sabía qué decir, le dije: “Cómper.” Y volví, con el rabo entre las patas, a reunirme con José Luis. Le conté la afrenta que había recibido y José Luis sólo me dio unas palmaditas en la espalda, y me dijo, mientras levantaba su tarro de cerveza, “Salud”. Luego, miré a Ye y vi que abrazaba con afecto a un chavo que supuse su novio. Ye me miraba de reojo. Entonces tuve la impresión de que él pensaba que me le acerqué porque tenía el deseo de ligármelo. ¡Para nada! Y aprovecho esta nota para aclarar: Querido Ye, quiero que sepas que los güeros y los chaparritos nunca han sido mi afición; y tú eres albino y de baja estatura física y moral. Sip.”
Soy un ingenuo. Y terco como una mula.
CARTA ABIERTA

Gobierno del Distrito Federal
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Instituto Nacional de Bellas Artes
Universidad Nacional Autónoma de México
Gobierno del Estado de Veracruz
Institutos y secretarías de cultura de los Estados
*Tu firma remítela a artedemirar@yahoo.com.mx para llevar control de la lista.
Gracias.
TU NOMBRE BREVE DESCRIPCIÓN TU CORREO
1.- Paz Aguirre. DF.-Su Alumna. Grupo Arte de Mirar. Escribe y actúa
2.- Cristina Michaus. DF. Actriz. Tenzin, S. C. productora, escritora
3.- Enoc Leaño- DF. Tenzin, S. C. Actor, productor
4.- Anna Elia García. DF. Grupo Arte de Mirar. Canta-autora, actriz
5.- Jorge Reyes “Zanco-Totón”. DF. Grupo Arte de Mirar. Actor-zanquero
6.- Carolina Castro. DF. Grupo Arte de Mirar. Directora y actriz
7.- Juan de Dios Rath. Mérida: -Su Alumno-. Escritor y actor.
8.- Silvia Káter. Mérida Yucatán. Actriz.
9.- Ruth Salgado. Puebla. -Su Alumna-. Escritora, locutora
10.-Ruth Jinich. Mérida Yucatán. –Su Alumna-.
11.-Enrique Cervantes. DF. Director y Actor
12.-Enrique Maraver. Artista.
13.-Gonzalo Valdés Medellín. DF. Su Alumno. Periodista, Director.
14.-José Dimayuga. DF. Dramaturgo.
15.-María Isabel Benet. E.U. Actriz.
16.-Joaquín Segura. Artista Visual
17.-Antonio Zúñiga. DF. Dramaturgo.
18.-Thelma Cuervo. Xalapa. UV. Escritora y actriz.
19.-Gabriela Inclán. DF. –Su alumna-. Dramaturga.
20.-Natalia Vega. Editorial Dunken.
21.-Damian Zavala. Teatro la Bodega
22.-Cecilia Campos. DF. Actriz. Univ. Veracruzana.
23.-Rogelio H. Figueroa. Xalapa. Amante del arte.
24.-Armando de la Vega. DF. Actor. CUT-UNAM
25.-Antonio Rojas. DF. Actor mexicano.
26.-Fernando René Arjona. Cancún. Actor, reportero, escritor.
27.- Annel Estrada. Pachuca, Hidalgo. Teatrista.
28.- Betania Benítez Rodríguez. Xalapa. Actriz, guionista. Productora de Radio Univ.Veracruzana.
29.-Luis Casasco. Xalapa. Todo en relación con las Artes Escénicas. UV.
34.- Efrén Roura, Escritor, La Joya , California, EUA
CELEBRAN LOS 30 AÑOS DE "EL VAMPIRO DE LA COLONIA ROMA", DE LUIS ZAPATA, A 30 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN.
A treinta años de que Luis Zapata escribió El Vampiro de la colonia Roma, considerada la primera novela gay en México, el escritor, poeta y crítico literario José Joaquín Blanco afirmó que “pocas obras han logrado sostenerse por sí mismas, El Vampiro en cambio no ha dejado de funcionar un solo día en estos 30 años, leído, releído, chismeado, recordado, discutido, exaltado, vituperado, es un logro cultural duro, evidente, irrebatible, una verdadera aportación concreta, dura, sólida a la sociedad mexicana contemporánea”. Este domingo se celebró en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la conferencia por los 30 años de la primera edición de este libro de Luis Zapata, el escritor oriundo de Chilpancingo, ante unos 150 asistentes, entre veteranos y nuevos lectores. En la conferencia "El Vampiro, 30 años después", el otro presentador invitado fue el dramaturgo José Dimayuga, originario de Tierra Colorada. Un tercero, el conocidísimo escritor acapulqueño José Agustín no asistió, porque no termina de recuperarse “del madrazo que se dio” hace dos meses al terminar de ofrecer una conferencia en Puebla y caerse del estrado. “Ni escribir puede”. La conferencia comenzó media hora después de la cita –12:30 horas– por dos acontecimientos, o uno, según se mire: en el recinto se rindió un homenaje de cuerpo presente al filósofo Alejandro Rossi, al que asistió el presidente Felipe Calderón.SOY SEXY PORQUE LEO

El 27 de mayo, Sergio y yo nos trasladamos a Puebla para presentar dos libros. Él presentó No recuerdo el amor sino el deseo, de su autoría; y yo, Triple función, del cual soy autor junto con José Joaquín Blanco y Luis Zapata. Lo primero que hicimos al llegar a Profética, fue saludar al responsable de ese lugar: José Luis Escalera, quien nos recibió en su oficina y chacoteamos. Luego, bajamos a tomarnos un té para agarrar valor y presentar sendos libros. Yo inicié la presentación; y, por primera vez, no leí, todo lo dije desde mi ronco pecho. Creo que no lo hice mal. Rematé mi participación con la lectura de un fragmento de Crónicas de amor y olvido en el hotel Belmar: el momento en que la señora Pitman recupera la memoria. Luego, Sergio habló de la editorial Quimera, de la literatura queer, del slogan "Leer es sexy" y de su libro. Y ya. Le pedí que leyera un par de poemas porque no nos podía dejar así, sin ejemplificar lo que acababa de decir de su poesía. Y sí, nos leyó tres; dos poemas grandes y uno chiquito. Un señor del público dijo que mi texto le había recordado el Alzheimer de Blanche Dubois. Ah, caray, yo no sabía que Blanche Dubois sufría de Alzheimer. Así se hacen los chismes, y la literatura también. Al final, algunos fans que siguen a Sergio en su programa de TV, que no conozco, se acercaron para saludarlo en persona.
TEATRO QUEER LATINOAMERICANO
Ayer Antoine Rodriguez me entregó mis ejemplares de Tramoya en el cual publican dos textos míos: Me duele que te vayas y La última pasión de Antonio Garbo. Antoine fue quien realizó la selección de los textos para el número 99, dedicado al Teatro Queer Latinoamericano. Él imparte clases de literarura hispanoamericana en la Universidad Charles de Gaulle-Lille 3, en Francia; y un fragmento de su introducción dice así: Celebran los 30 años de El Vampiro de la colonia Roma, del guerrerense Luis Zapata
¡Feliz cumpleaños Vampiro! es el título de la mesa redonda que Quimera Ediciones organizará el 27 de abril en conmemoración de los 30 años de la obra del escritor guerrerense Luis Zapata, El Vampiro de la colonia Roma, festejos que iniciaron en la pasada edición de la Feria del Palacio de Minería y que concluirían durante la tercera edición del Festival de Cine Lésbico gay en Acapulco. El acto se realizará en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM a las 17 horas, el mismo día del cumpleaños de Luis Zapata, y en ella participarán Michael Schuessler, José Dimayuga, Nicolás Ruiz, Eduardo Bush y Luis Zapata quienes serán moderados por Angelina Martín del Campo.Entrevistado ayer por la tarde, el editor Sergio Téllez-Pon explicó que el ciclo de conferencias en torno a la primera edición de El Vampiro de la colonia Roma tuvo su primera fase en la Feria del Palacio de Minería y abordaron la temática de los posibles nuevos lectores interesados en la obra, pues buscan la validez y la trascendencia del libro con los jóvenes. Agregó que el libro es un clásico de la literatura gay mexicana que es considerado un parteaguas no sólo por la técnica utilizada por Zapata, sino porque representó una identificación para muchos homosexuales que en ese momento realizaron las primeras manifestaciones y consolidación de los derechos y libertad sexual. Expresó que la novela se ha refrendado por la identificación de varias generaciones de lectores y que ha ayudado a que los gay se decidan y “salgan del clóset”. “Desde antes de leer el libro, hace apenas 5 años, he escuchado historias como la de un amante que leía pasajes del texto para definirse, para identificarse y asumir un estilo de vida”, narró Téllez-Pon. Ponderó las virtudes literarias del libro e hizo hincapié en el transgresor lenguaje que utilizó su autor, en un estilo literario que ya es identificable. “Hay toda una estética de la obra de Luis que se refleja en esa obra. No dejo de saber, por las personas que me rodean, qué es lo que el texto ha hecho por esas personas”, sostuvo. Comentó que durante la lectura que se hizo en la Feria del Palacio de Minería, Luis Zapata se dijo sorprendido de que hayan pasado 30 años. Dijo que no existe un género dentro de la literatura denominado “gay”. Añadió que la literatura es una, sin adjetivos, aunque no descartó una separación entre los lectores. “Entre los lectores existen ciertos textos que va adoptando como suyos. La literatura femenina, por ejemplo, hay ciertas obras que se identifican con grupos de mujeres principalmente. Hay algo en esas propuestas que hace que las mujeres se sientan más cercanas, hay características, rasgos, descripciones que tal vez ellas puedan reconocer y generar afinidad”, ejemplificó. Sin embargo, reiteró, eso no delimita la combinación con otros géneros literarios.
–¿Qué diferencia al autor de El vampiro de la colonia Roma con el coautor de Triple función, cuando ya han transcurrido 30 años? ¿Cuál es tu opinión como editor? Se le preguntó.
–La obra de Luis es diversa y versátil. Es un gran escritor. Sabe bien lo que está haciendo, conoce el español, que es la materia prima del escritor y como lo conoce, sabe cómo transgredirlo. No tiene miedo en utilizar distintos estilos, recursos, niveles del lenguaje y cada libro es diferente. En Jirones, Melodrama, Triple Función, cada uno es diferente, eso muestra la versatilidad de Luis tanto en la lengua como en el plano estilístico. En la lectura de la Feria del Palacio de Minería participaron Nicolás Ruiz, joven lector que expresó sus puntos de visa, el propio Téllez-Pon y Eduardo Bush, quien leyó el texto en inglés. Finalmente, Téllez-Pon adelantó que el ciclo de conferencias en torno a la edición publicada por Grijalbo podría cerrarse durante la tercera edición del Festival de Cine Lésbico Gay. La tercera conferencia se realizará el 4 de junio en el palacio de Bellas Artes, participará José Joaquín Blanco y José Agustín, además de Luis Zapata. Habrá un actor que hará una lectura dramatizada de algunos pasajes del libro. (Por Karla Galarce, tomado de El Sur)
Mi Santo y seña
Nunca me festejo cuando cumplo años. Será que no me celebro por costumbre. De chamaco, en mi casa les hacían fiestas a mis hermanas, a mis hermanos, pero a mí, jamás. ¿La razón? Nací un 19 de marzo, día de San José. Y San José es el santo patrón del pueblo de mi mamá: Las Mesas, Guerrero; muy cerca de Tierra Colorada, mi pueblo. Así que mi mamá, como buena devota del Santo y de su terruño, cada vez que era 19 de marzo, ella y sus hijos agarraban su maletita y nos íbamos a la fiesta de Las Mesas. Cuando llegábamos allá, todos polvosos porque la carretera era de terracería, lo primero que hacíamos era visitar la pequeña iglesia a saludar a San José. Luego, nos íbamos a casa de los abuelos a saludarlos, así como a mis tías, tíos y primos. Y aprovechando que andaba yo por allí, pues me felicitaban. Pero nada de pastel, nel; y de regalos, mucho menos. Un 19 de marzo, recuerdo que mi mamá y doña Susana me disfrazaron de San José y me treparon a una camioneta con hartos tules y chamaquitas disfrazadas de ángeles. El carro alegórico se metió por calles y callejones de Las Mesas seguido por la música de viento. Yo sentía pena cada vez que veía a algunos señores o señoras ponerse de rodillas ante el carro y se santiguaban. Tenía ganas de gritarles: “¡Oigan, yo no soy San José!” Después de ese recorrido, le pregunté a mi mamá por qué me habían metido en esa túnica de satín y puesto un muñeco en brazos. Ella dijo que había hecho una manda, pero nunca me dijo qué manda. Éste es el único evento importante que sucedió en mi infancia cuando cumplí años; día en el cual se festejaba no a mí, sino a San José. San José siempre me hizo sombra; fui la comparsa o remedo en su fiesta.Se dice que la costumbre de llamar Pepe a los José viene de tiempos antiguos. Se escribía PP en las imágenes de San José, para indicar que él no era el padre biológico de Jesús, sino el Padre Putativo. Asimismo, cada vez que se leía un fragmento de un evangelio se añadían las iniciales PP, de allí que los José llegaron a ser Pepe. Aunque otros afirman que Giuseppe, José en italiano, dio origen al Pepe o Pepino (¡qué chinga!); o Pino, el equivalente a Pepe en italiano. Sea cual fuere el origen de Pepe a mi me parecía espantoso. Ñoñísimo. Afortunadamente, en mi casa siempre me llamaron José; jamás usaron el abominable Pepe. Si alguien, queriéndose pasar el simpático, me llamaba Pepe, yo lo ignoraba, me volvía sordo. Y por si no fuera suficiente el Pepe para incomodar a un José, la gente también me llamó: Juisé, Jochechi, Cochechi, Cheché, Chepe. Y a todos los aborrecí con igual esmero. Una vez que visitaba a mi amiguito Jando Plata, me abrió la puerta su madre quien, al verme, me dijo: “Pásate, Chepelín”. Yo sentí un cubetazo de agua fría. Y pienso que mi amiguito también sintió algo similar cuando escuchó a su madre, pues al punto, con vocecita grave la paró en seco: “¡Su nombre es José! No le llames Chepelín.” Santo remedio; jamás volví a escuchar el Chepelín. Mi cariño por Jando aumentó. Pero no toda la vida fui alérgico a los sobrenombres. El Pepe lo integré a mi vida cuando llegué al CCH. Entonces gozaba de cierta popularidad entre mis amigas. Ellas me mimaban mucho y me llamaban Pepe. Años más tarde, Arturo Viveros, quien ya pasó a mejor vida, me apodó Pepe Di, el Di como apócope de mi apellido: Dimayuga. Y es así como me llaman mis amigos más cercanos, un tanto de cariño y un tanto en chunga que he llegado a asimilar sin tanto pedo.
Otelo al betún
Acababa yo de llegar de Palma Gorda cuando sonó el teléfono: era Sergio; me invitaba al teatro, a la función de prensa de la obra Otelo, de Shakespeare, bajo la dirección de Claudia Ríos. Me comí dos mangos y me fui al Centro Cultural Universitario con Sergio. Un trafical en Insurgentes nos hizo llegar a las 7:15 de la noche: la función ya había comenzado. Nos sentamos en la parte de arriba. El escenario estaba pelón: no muebles, ni objeto alguno que apoyara a los actores; a izquierda, derecha y al fondo del escenario sólo se levantaban mamparas patinadas que de tanto en tanto se abrían las del fondo para vislumbrar un paisaje harto nebuloso, gris triste. Sergio y yo llegamos cuando el papá de Desdémona (Ana de la Reguera) reniega de ella porque se enamoró de un moro, Otelo, interpretado por Hernán Mendoza que, en un principio, no lo reconocí porque se veía prieto debido al betún que le untaron antes de entrar a escena. Desdémona, pequeñita de estatura pero de altas decisiones, resuelve juntarse con el moreno porque lo ama. ¡Ay, pero cómo es la gente de envidiosa, porque apenas ve que a alguien le va bien y comienza a ponerle piedrotas en el camino para que tropiece! Yago (Carlos Corona) comienza a meterle malos pensamientos a Otelo; le dice que Desdémona le pone el cuerno con Casio. Otelo no da crédito. Y Yago, terco que sí; y consigue muestras palpables: el famoso pañito de Desdémona. A Otelo le da tanta rabia que el betún de la cara, a la altura del segundo acto, se le derritió. Pero ni falta hacía el betún porque a esas alturas yo estaba convencido de que no era Hernán Mendoza al que tenía enfrente, sino al mismísimo Otelo con sus negras intenciones. Así, pues, después de mesarse las mechas, encerrado en el infierno de sus celos y de las mamparas del escenario, el Moro urde la forma para solventar su fama que hiciera pedazos una mala mujer, según él. Y Desdémona, con argumentos suplicantes le dice a Otelo que eso es falso, que ella es una mujer honesta y sólo ama a él. También Emilia (Cecilia Suárez) quiere disuadirlo de esas ideas, pero lo único que gana es que le digan “puta, vete de aquí”. A Otelo ya no lo calienta ni el sol, porque “los celos son un monstruo” que lo han poseído y lo conducirán a su malévolo plan: Desdémona sucumbe ante el apretón de pescuezo que le da su furioso marido. La pobre paga una falta que nunca cometió. Y uno acaba emocionado y agradecido por el trabajo excelente de Cecilia, Ana y Hernán.AMOR A LOS LIBROS
Hace un par de días mi amiga Yolanda me planteaba su gran congoja: no sabía qué hacer con unos libros que ya había leído, le estorbaban y no quería arrojarlos a la basura. "¿Los dono a una biblioteca?", preguntó. Le dije que esa no era la mejor opción, pues alguna vez conocí la bodega de una biblioteca con muchos libros apilados y en un estado que daban pena nomás de verlos. La bibliotecaria, de muy mal modo, me explicó que no tenían personal para que clasificara los volúmenes. "¿Se los regalo a Uriel para que los venda en su librería?", preguntó Yolanda. "¡Menos!, le dije, Uriel ya va a cerrar su librería." "¿Y qué va a hacer con tanto libro?" "Eso menos lo sé, Yola." Lo que son las cosas: hoy recibí un mensaje de Israel Pintor en el cual me incluye una convocatoria que mucho gusto le dará a Yolanda cuando la lea. Sus libros también se estremecerán de contento. Léanla, y digan si no.FUNDACIÓN ISRAEL PINTOR PARA LIBROS DESAMPARADOS

Un libro sueña con provocar la felicidad de sus lectores, desea con vehemencia traducir una inquietud en el más plañidero de los deseos insolutos, y a veces, sólo a veces, logra responder preguntas específicas, aunque tenga claro que no fue creado para eso. Un libro ignorado, tal vez el mismo que ahora lo mira arrumbado desde el suelo o aquél revuelto en el cajón de la mesita de noche, anhela una vida mejor.
La Fundación Israel Pintor para libros desamparados, preocupada por el mejoramiento de las circunstancias de todo libro, anuncia la apertura de sus puertas y el recibimiento inmediato de todo candidato que cubra los siguientes requisitos:
· Ser libro.
· Estar en desamparo.
Esta fundación está consciente del grave peligro al que están expuestos los libros: sabemos de mutilaciones, rasgaduras, uso de páginas como instrumentos de emergencia para la de higiene personal o merma para recados y todo tipo de monstruosas ejecuciones. Por eso, da cabida a TODO tipo de libro olvidado, sin importar tema, tamaño, color, editorial, autor o cualquier otra distinción. La fundación pretende utilizar esta política antidiscriminación como estandarte para impulsar el activismo cultural “pro libros sanos” y, refrendar de esta manera, su compromiso con todos los libros del mundo en condiciones terribles.
Para responder a esta convocatoria, todo dueño de un libro en desamparo habrá de remitir un correo electrónico a la siguiente dirección: free_isra@yahoo.com.mx, dirigido al director de la fundación (Israel Pintor, por supuesto), delineando apenas en un renglón, el motivo de su deseo por relegar la custodia de su o sus libros a esta institución de beneficencia.http://israelpintor.wordpress.com/fundacion-israel-pintor-para-libros-desamparados/







