PAÍS DE SENSIBLES, de José Dimayuga


PERSONAJES


IMELDA, de cincuenta años de edad.
HAYDÉE, hija de Imelda de treinta años de edad.
BETO, hermano de Haydée, de treinta y dos años


(Fragmento)


HAYDÉE
¿Todavía piensas que yo maté a Jaime? (IMELDA no contesta; se ve incómoda) ¿Todavía lo crees?
IMELDA (apartándose de HAYDÉE)
Se está haciendo tarde y Beto no aparece… ¿Le habrá ocurrido algo?
HAYDÉE
Tú no estás preocupada por Beto, sino por lo que te acabo de preguntar. (De cara a IMELDA) Ahora sí tengo ganas de hablar. Escúchame, por favor. (IMELDA rehuye) Mamá…
IMELDA
¿Di?
HAYDÉE
Te hice una pregunta.
IMELDA
Yo también te hice una pregunta y no me contestaste.
HAYDÉE
La hiciste para no responder la mía. Insisto: ¿aún crees que yo maté a Jaime?
IMELDA
No voy a contestar.
HAYDÉE
Tú también estás de acuerdo en que/
IMELDA
¡Yo no estoy de acuerdo con nadie, carajo! ¿No entiendes que no quiero hablar de ello, que si doy vueltas y vueltas al asunto es porque no me interesa? El fin de semana pasado prometimos no volver a tocar el tema; sí recuerdas, ¿no? (PAUSA) Voy a… ¿Te sirvo una copa?
HAYDÉE
Yo… yo lo quería. Después de Jaime no volveré a querer a nadie más. (Ríe con timidez) Sí, parezco una idiota diciendo esto, pero… ¿Sabes? Él para mí era como un trago de tequila: me daba tanta seguridad… calor. Me sentía viva. Él creía en todo lo que yo hacía o decía, él me tomaba en serio… ¿Me entiendes?... Claro, me puedes decir que como ya se murió, me pongo a destacar sus virtudes. Vivo aún, se lo dije… que él era para mí lo único… único importante… en mi vida… Tú lo sabes.
IMELDA
Un tipo que nunca me cayó bien.
HAYDÉE
Al principio lo adorabas.
IMELDA
Al principio, tú lo has dicho. Pero cuando supe que era comunista, me dio asco.
HAYDÉE
Acabas de dar una razón totalmente ridícula. Además, esa palabra ya ni se usa. Jaime sólo era un periodista.
IMELDA
Periodista, comunista y drogadicto. Sus ojos aconejados revelaban una vida maltratada por el mundo de las drogas.
HAYDÉE
¿Qué dices?
IMELDA
Su adicción no me hacía gracia.
HAYDÉE
Tu adicción es la que te hace ver las cosas de cabeza.
IMELDA
¿De qué adicción me hablas?
HAYDÉE
Tu alcoholismo.
IMELDA
¿Alcohólica, yo?
HAYDÉE
Bueno, pero no pongas esa cara que tu caso no es grave.
IMELDA
¿Yo, alcohólica?
HAYDÉE
No te lo digo para que te enojes; yo también lo soy. Salud.
IMELDA
¿Sabes que me recuerdas al licenciado Barrón? (Imitándolo) “Mi estimada Imelda, espero que ésta sea la última vez que se presenta en estado de ebriedad; de continuar así, tendré que levantarle un acta en la Dirección General.” Viejo tarado; afirma que soy una alcohólica cuando él, su amante y el Pagador se van cada viernes a los peores puteros de la ciudad. Yo los he visto caerse de borrachos. Y ahora tú, cínicamente, me reprochas…
HAYDÉE
Yo no te estoy reprochando nada.
IMELDA
… que soy una borracha. Tú, Haydée, eres quien menos derecho tiene de llamarme de tal manera. Deberías agradecerme las atenciones que te estoy brindando. En verdad me interesa que te integres nuevamente a la vida normal, y ve ahora con qué me pagas: criticarme como si fuera una tipa extraña. Toma en cuenta que… (Voz entrecortada) soy tu madre… Trátame como debo ser tratada… No cabe duda; eres cruel.
HAYDÉE
¿No exageras, mamá?
IMELDA (igual)
Eres muy, pero muy cruel.
HAYDÉE
Pero si todo lo que dijiste lo/ (Tratando de acariciarla.)
IMELDA
¡No me pongas tus manos encima! Qué modo tan raro el tuyo de mostrar afecto después de agredirme. ¡Como para perder la razón! (PAUSA) ¿Te has dado cuenta de que cada vez que hablamos sobre… Jaime, nuestra relación se vuelve de lo más violenta? Ese nombre sí debería ser impronunciable en este hogar. Apenas lo menciona una, y el chamuco se instala entre tú y yo. Ay, no, pero si hasta escalofríos me dan.
HAYDÉE
Tienes razón. En parte.
IMELDA
Te prohibo, por otro lado, que me hables en el mismo tonito con que tratabas a tus compañeras de celda. Ya basta de crímenes, víctimas y culpables. Recuerda que el reclusorio quedó atrás, carajo. Ahora te encuentras en calle Los Prados, cuarenta, interior seis…
HAYDÉE
Sólo tengo un mes fuera, comprende. Me siento extraña…
IMELDA
… Y como volviste desmemoriada, vuelvo a repetir: soy tu madre, aunque te duela, chilles o patees; Imelda Castañeda, viuda de Menchaca, es quien te parió; grabátelo bien. Uta, esta casa se parece cada vez más a la página de la nota roja. Qué horror.
HAYDÉE
Perdóname.
IMELDA
Tampoco te pongas en ese plan. Simplemente tuve la necesidad de aclarar algunas cosas para que podamos convivir y vivir lo más cercano a la vida prudente. Ahora bien, renovemos el trato: prometamos no hablar ni de asesinatos, ni de cárceles, ni nada que tenga que ver con asuntos que tú debes conocer mejor que yo.
HAYDÉE (sin convicción)
Lo prometo.
IMELDA
Sirvámonos una copa y brindemos por la restauración de nuestras vidas. (HAYDÉE prepara las copas) Yo sé que no debería decir lo que vas a escuchar, pero pienso que es el momento, hija: si cambiaras el tipo de pensamientos que hasta ahora has mantenido, serías una chica simpática, atractiva.

HAYDÉE deja de servir las copas.

HAYDÉE
¿Y cuándo dije que quería ser una chica simpática? Eso es lo que menos me interesa.
IMELDA
¿Ya ves cómo si tengo razón? Tu mente sólo produce ideas negativas, que lo único que hacen es mantenerte en ese atolladero.
HAYDÉE
No quiero ser simpática. ¡Ni quiero cambiar mis pensamientos por los tuyos! ¿Por qué había de ser como tú, eh? ¿Por qué, fregados?
IMELDA
Si tu intención es que te levante la voz para que nos peleemos como un par de reos, lo siento, no lo conseguirás. Acaba de servir las copas si me haces el favor.

Tocan a la puerta.

IMELDA
Anda, sírvemela, pues. Haydée, no me digas que nos vamos a enemistar. (Se acomoda, apresurada, la blusa y pantalón) Debe ser él. (Vuelven a tocar) ¡Sí, es él! Dios mío, y la casa está hecha un basurero. Ayúdame a poner las cosas en su lugar, Haydée.
HAYDÉE
Por fin, ¿preparo la copa o quieres que haga el aseo de tu casa?
IMELDA
¡Voooooooy! (A HAYDÉE ) Anda, pero muévete; ve por el trapeador.
HAYDÉE
Me voy a la recámara. Leeré hasta que me duerma.
IMELDA
No seas payasa. Tú debes estar presente también.
HAYDÉE
Ya te dije que no quiero verlo.

HAYDÉE sale. IMELDA recoge ràpidamente lo que encuentra a su paso mientras se dirige hacia la puerta; la abre. Recargado en el marco, aparece BETO: es dos años mayor que HAYDÉE, guapo, corpulento. Viste pantalón negro y chamarra de cuero. Trae en la mano un ramo de rosas y con la otra sostiene un vaso de plástico con licor. A IMELDA, de primer momento, le sorprende el aspecto desaliñado de BETO, pero inmediatamente cambia su asombro por entusiasmo.

IMELDA
¡Bebé-to!

BETO bebe su último trago.

BETO (entregándole las flores)
Felicidades.
IMELDA
Pero si es hasta mañana, Beto. De todos modos, gracias.
BETO (mostrando su vaso vacío)
¿Podría ser tan amable de regalarme una tacita de azúcar?
IMELDA (después de una carcajada) ¡Por supuesto, vecino! Haga el favor de pasar. Ahora mismo yo también bebía un cafecito. Pero pase… pase.

BETO entra. Se deja caer en el sofá. Olfatea en varias direcciones.

BETO
Estás chupando ron, ¿no?
IMELDA
Ajá. Pero también tengo tequila… ¿Dónde está?... Aquí lo tenía hace ratito… ¿O me lo tomé?
BETO
Da igual. Dame un ron; lo que tengas me chupo. Con este calorcito…
IMELDA
Salud, Bebé. Digo, Beto.
BETO
Por ti. Y, ps, porque ésta no sea la última vez que me invitas a tu cantón. Neta, ¿eh?
Beben. IMELDA sonríe; se sienta con timidez en el brazo del sofá en el que está sentado BETO. Él la mira picaronamente; luego hace gesto para que IMELDA tome asiento junto a él. Ella sonríe y obedece la señal.

BETO
Se está mejor así, ¿no?

Ella contesta con una risita nerviosa. Sus ojos están llenos de lágrimas. Se ve conmovida.

IMELDA
Me alegra verte por acá otra vez. No sabes… cuánto. De momento pensé que me dejarías plantada y… pues, tenía ganas de hablar contigo para… pedirte una excusa por todas las majaderías que te grité y por haberte echado de… tu casa, porque esta también es tu casa. A veces una, por cualquier insignificancia, procede de manera inesperada y violenta, cuando… La verdad, la verdad, no sé qué me pasó, Beto.
BETO
Que hayan desaparecido tus joyas no es ninguna insignificancia. Jamás las encontraste, ¿verdad?
IMELDA
Ni mis discos de Elvis. Valían una fortuna… afectiva, claro. El que tengo me lo regaló Chava.
BETO
Qué mal cuete, me cae. Tu colección estaba resuave. ¿Y sigues pensando que yo me agandallé/
IMELDA
Beto, no quiero saber quién me robó. Ya lo pasado, pasado, como dice la canción. (Beben) Pero permíteme decirte que si fuiste tú, te lo agradezco. Fíjate que ahora que soy humilde, me he forjado un carácter más sensible, menos egoísta. Bueno, pero no me dejes hablar tanto: cuéntame de ti: qué has hecho, dónde has estado. Vienes de una pachanga, ¿no es así?
BETO
Estuve pisteando con unos cuates del trabajo. Conseguí chamba en un bufet jurídico.
IMELDA
Oye, pues suena bien eso. Platícame más, anda.
BETO
O sea que es… ¿cómo te diré?... mis cuates son judas y, ps, me echan un fon cuando hay bronca. No es un trabajo fijo, pero ellos me van a ubicar.
IMELDA
No entiendo.
BETO
Mira, supongamos que tú te metieras en un pedo, ¿no?, nos echas un fonazo y nosotros te hacemos el paro. Legal, ¿eh? Todo es legal. Nosotros te damos asesoramiento jurídico y la madre, y si la bronca es mayor, porque de que los hay, los hay, disponemos de métodos más complejos para que tus problemas no te la vuelvan a hacer de tos.
IMELDA
¿De veras?... Qué lástima. Hace seis años hubieran tomado otro rumbo las cosas si me hubieras ofrecido esta ayuda. Nunca supimos demostrar que Haydée era inocente en ese horrible asesinato.
BETO
Yo por ella no movería un solo dedo. Me mandó varias veces la tira porque salió con el cuento de que yo le había dado cuello a su camote. Se manchó, ¿eh?
IMELDA
En la agenda del difunto encontraron tu nombre escrito; la fecha y la hora coincidían con el día en que lo hallaron muerto.
BETO
Es verdad, íbamos avernos porque le quería pedir chamba, pero ya no nos vimos. ¡Al güey lo tronaron ese mismo día!
IMELDA
Baja la voz que/
BETO
Fui al lugar de la cita, como le dije al lic que me interrogó, y como nunca llegó, me lancé a buscarlo. Ni siquiera entré al departamento; a ti te consta, ¿no?
IMELDA
Que no grites; Haydée está con noso/

Entra HAYDÉE repentinamente.

HAYDÉE
Es de muy mala educación hablar de terceras personas cuando estas no se encuentran presentes.
BETO (sorprendido)
Órale…
IMELDA
También es de muy mala educación, escuchar detrás de las puertas.
BETO (A HAYDÉE)
Quihúbo.
HAYDÉE (A IMELDA)
Es que tú no hablas, querida; gritas. Por discreta nunca te has distinguido.
IMELDA
Pero cuánta agresividad la tuya, caray.
HAYDÉE
Se me acabaron los cigarros. ¿Puedo llevarme esta cajetilla?
IMELDA
¡Uy, no chiquita! ¿Luego con qué me quedo? Me dejas desarmada.
BETO
Toma. (Estira la mano con la cajetilla. HAYDÉE lo mira indiferente) Te la regalo, anda. No muerdo.

HAYDÉE avanza hacia él y coge la cajetilla. BETO permanece con la mano extendida.

BETO
¿Y qué, no me vas a saludar?
HAYDÉE
Dije hola.
IMELDA
Quieres decir que estamos sordos. No dijiste hola ni nada que se le parezca. Así que, por favor, sé decente por única vez en tu vida: saluda. (Pausa corta) ¿Vas a dejarlo así, con la mano en el aire? Qué bárbara.

HAYDÉE da la mano. BETO la estrecha fuertemente y la jala hacia sí a pesar de la resistencia de HAYDÉE. Ella cae en el sofá, junto a BETO.

BETO
Bienvenida a casa. ¿Te damos un trago?
HAYDÉE
Quiero estar sola.
IMELDA
Por favor, hija…
BETO
¿Te molesta verme?

HAYDÉE lo mira lo mira con coraje.

BETO
Me voy, pues; no hay pedo. Pensé que iba a haber una fiesta aquí.
BETO se pone de pie con el propósito de marcharse.

IMELDA
Beto.
HAYDÉE
Quien se va de aquí soy yo.

HAYDÉE sale por la puerta de la recámara.

IMELDA
Beto, no te vayas…
BETO
¿Viste cómo me miró?
IMELDA (refiriéndose al estado alcoholizado de BETO)
Te ves muy mal, Bebé.
BETO
Sí te diste cuenta, ¿no? No manches, carga una vibra pesada, ¿eh? Esta me quiere… Sí, ella trae un rollo loco contra mí. ‘Che lacra; más vale que le pare los tacos y orita mismo, pues. (Se dirige hacia la puerta conde HAYDÉE salió. Toca con violencia) ¡Óyeme, tú! Te advierto que si tu propósito es armármela de pedo, vas a topar con pared!... ¿Me oíste bien? ¡No vuelvas a embarrarme tus broncas porque ahora quien va a bailar eres tú! ¡Me vale mierda si te retachan al bote!... ¿Oiste bien?...

BETO regresa a la sala mascullando cosas. Recoge su chamarra y se la pone.

BETO (A IMELDA)
Áhi la vemos.
IMELDA
Hazme caso, hijo. Así como vas, podría arrollarte un carro.
BETO
Traje mi nave, no te preocupes.






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